jueves, 30 de agosto de 2012

Hadas y Duendes, espíritus de la naturaleza y/o habitantes de una zona paralela


Por Tesa Vigal
Quede por delante que recomiendo al maravilloso autor Jesús Callejo,  autor de la 'trilogía sobre estos seres míticos en España. El primer libro. ‘Duendes’ escrito en colaboración con Carlos Canales. Los siguientes: ‘Hadas’ y ‘Gnomos’. La editorial Edaf.

Y luego está la joya del poeta Yeats sobre los que le contaban sus paisanos irlandeses, titulada: ‘El crepúsculo celta’ en la editorial Alfaguara (creo que descatalogado, buscar en biblioteca) y posteriormente en la editorial 'Reino de Redonda' con la magnífica traducción de Javier Marías. 
Lo que más me fascina de hadas y duendes (esos seres edulcorados y distorsionados en ciertos cuentos para niños) sería su complementariedad con los humanos. Una naturaleza libre y entera, aquello que perseguimos o anhelamos las personas a lo largo de nuestra vida y depositarios del secreto del poder materializador del deseo, siempre que sea puro, sin contradicciones ni mezclas. 

Naturaleza intermedia entre humanos, animales y espíritus. 


De igual manera todo lo que se cuenta sobre ellos (el pueblo gentil, los desmemoriados, el reino intermedio, las encantadas, los elementales, el reino borroso...) contiene, a partes iguales, un raro eco de lo verdadero y lo legendario. Huellas de lo imposible cercano y lo lejano posible.



Presentes en las leyendas de todo el planeta con diversos nombres, siempre son seres difusos y escurridizos de ver, pero rotundo el efecto de su presencia. Y siempre en contacto, directo o indirecto, con las manifestaciones de la naturaleza.


No sólo materiales y geográficas, sino también en el plano de los sentimientos, sensaciones y creaciones (la inspiración poética, los bosques y cuevas, las viejas colinas y la pasión amorosa, los niños y la música, la generosidad y el agua, la belleza sublime y la fealdad más grotesca, el fuego y la juerga, lo sutil y el aire, los hechizos y lo doméstico, lo delicado y lo radical, la sabiduría ancestral y la frivolidad más deliciosa... Lo enigmático en suma). 



Su relación con los humanos ha participado siempre de su propia naturaleza ambivalente. Su contacto puede producir tanto la locura y la muerte, como las riquezas fabulosas, la protección, o el amor. Y sus emociones y sentimientos pueden ser de un carácter o de otro, pero siempre puro, pues no cabe en ellos la duda, o la indefinición. Su danza, su amor, o su odio son inagotables y por eso se les ha considerado peligrosos, pues en este sentido son lo opuesto a la naturaleza humana, cuyo corazón está hecho de mezclas y contradicciones.
Pieles negras, marrones, verdes o azuladas, o pálidas y deslumbrantes como la nieve. Ojos claros u oscuros, almendrados o rasgados, delineados con líneas ocres o azules. Orejas puntiagudas, espaldas con alas traslúcidas de mil colores, de mariposa o libélula, o sin ellas. 



Pies humanos o de animales (cabra, oca…). Vestidos de hojas y flores, o con telas rojas o verdes. Largos cabellos enredados en hojarasca o campanillas, o hirsutos como juncos, o plumas de ave en lugar de pelo. El maravilloso libro de Brian Frond y Alan Lee, los presenta en los impresionantes dibujos de David Lackin con senos recorridos por caracoles, caderas tatuadas con pigmentos del bosque, sombreros caprichosos como barcos o setas, o cabezas a pelo acariciadas por el viento. Belleza hipnótica, comportamiento imprevisible, honda ternura o crueldad, tamaño indefinido y cambiante, formas y esencia radicales. 


Los humanos parecen necesitar su existencia de alguna manera, incluso negándola, pero aún así hablando de ellos. El lugar donde viven participa de su naturaleza escurridiza. Tan presente como remoto, parece participar de los mundos paralelos de los que hablan las últimas teorías de la física cuántica actual.

Lugares que no están en ninguna dirección y están en todas. Y los puntos de conexión son puertas que se abren o se cierran de manera y con condiciones enigmáticas e imprevisibles. Seres que asustan y fascinan a partes iguales, rechazados y buscados, invocados y despreciados. Pero siempre, y por alguna razón, nombrados como   los seres más antiguos del planeta. 


No hay comentarios: