domingo, 3 de abril de 2016

Mejor no lo leas si no te interesa el arte (a partir del documental 'Hitchcock Truffaut')

Por Tesa Vigal

O si no te intriga su realidad: de dónde surge la necesidad humana de contar historias. Como diría Lorca pan para el cuerpo y pan para el alma. O si confundes talleres con tertulias, o si crees que es posible aprender a escribir.

Claro que en ciertos casos es más determinante que en otros. A mí me salvó el arte, en una de esas infancias con olor a azufre y asfixiante silencio. Libros y películas me hicieron descubrir que existen todo tipo de personas, lugares, situaciones, tiempos, que el mundo es enorme y laberíntico como cada persona, que los bichos raros también tienen derecho a vivir (además de apuntar al misterio que empapa la vida), que los callejones sin salida contienen puertas secretas, que las trampas, las tormentas, la desolación pueden revelar significados si los vives con la actitud aventurera del viaje a Ítaca del poema de Kavafis (la meta es el camino). Y el indio don Juan Matus, por boca de Castaneda, lo puntualizaría en una frase impresionante, sólo para indios aunque seas rostro pálido: "la gente vive todo como una maldición o una bendición, el hombre de conocimiento lo vive todo como un desafío".

Isak Dinesen (Karen Blixen)

El arte enseña a vivir, no de manera didáctica sino explorando, por eso lo creativo se basa en el juego. Todos los niños lo saben, metiéndose por completo en la historia que recrean, y esa es la autenticidad que comparten los artistas, de la que habla el interesante documental sobre las conversaciones entre Truffaut y Hitchcock, que dio lugar a un libro mítico en los 60. Fascinantes las imágenes de sus películas seleccionadas, con todo el peso vital de un sueño. En este sentido van dos frases de la escritora Isak Dinesen (Karen Blixen): "Lo mejor de mi naturaleza se revela en el juego, y el juego es sagrado". Y: "El auténtico arte siempre debe suponer cierta brujería". 

Otro efecto complementario es vivir más, por arriba, por abajo, y por ambos lados. La empatía surge de manera inevitable y las etiquetas se deshacen en el polvo de lo absurdo y la incomunicación. En los matices está la inteligencia de las cosas y la libertad se percibe tan necesaria como el aire. Más tarde, me fijé en que los sueños eran nuestro cuaderno de bitácora y además usaban el lenguaje analógico, simbólico del arte. Con ellos aprendí que lo real es la experiencia, lo que se vive, ya sea en un sueño, o en la vigilia, en la ficción o en lo cotidiano más pedestre. Si en un sueño nos persigue un vampiro, sería conveniente observar con cuidado a la gente que nos rodea, aunque en apariencia carezca de colmillos, los tiene. Y si aparece una llave... Puertas cerradas, secretos, tesoros, claves... Ese es uno de los objetos favoritos de Hitchcock en sus pelis, por ejemplo en su fascinante 'Notorious'. 

La llave de 'Notorious'

Comparto la opinión de que los sueños y la imaginación creativa tienen la función de explorar, completar, revelar la esencia de la "realidad". Como decía Orson Welles: " el arte es una supuesta mentira que sirve para contar la verdad". También desvelan parte de ella los ensayos y el periodismo, aunque su alcance es menor a pesar de que los datos y las ideas son importantes y necesarios, pero al no ser una historia no puede ser vivido y sólo la experiencia alcanza al ser humano entero. Por eso me asombra cuando escucho a alguien decir que la ficción es mentira, puede que se esté defendiendo con esa postura reductora, es comprensible, pero no me sirve porque mutila la vida.

Las historias enseñan a imitar, evitar, descubrir, bucear, ponerse en lugar de, conocerte y conocer a los otros. Y creo que la presencia de estos efectos, o su ausencia, es lo que marca la diferencia entre un libro o una peli vacía, falsa, o sólo mental a modo de ensayo, de una obra creativa. Otra frase, de Truman Capote: "entre la gente que escribe, están los escritores y están los artistas". Por eso creo que no se puede enseñar a escribir. Mejor dicho, se puede enseñar a escribir correctamente y también un montón de fórmulas, trucos argumentales para captar al lector que sólo quiere distraerse, o matar el tiempo, algo que me parece estupendo si lo disfrutan, aunque es otra cosa de efecto más pequeñito. Pero escribir creativamente no admite trucos, es otro mundo (tengo que reconocer que soy una romántica). Escribiendo te conectas a no se sabe dónde, desapareces y sólo está la historia que quiere ser contada. Por eso la corrección consistiría en encontrar la trama, o palabra exacta que lo logre. 

Truman Capote

Incluso si se trata de relatar un pasaje biográfico, para completarlo y revelar su verdad más profunda a veces es necesario modificar detalles, igual que hacen los sueños. Sin embargo, tratar de simplificar la vida es muy humano, una defensa ante el vértigo de su misterio. Una vez escuché el tono, curiosamente defensivo de alguien, afirmando categóricamente que escribir es un oficio. Estoy de acuerdo en su parte más técnica, pero sólo la técnica no crea arte. Y percibo una falsa humildad en ello. No lo entiendo, tan natural es un lado como el otro.

No sólo el arte es vital, también puede ser algo vivo hablar sobre él. Una tertulia es gente charlando fluida, libremente, y si lo hacen con sensibilidad no habrá lugar para lo didáctico, ni para la simple curiosidad intelectual. Eso tiene también su lugar, interesante aunque más limitado, pero es mejor no confundirlo para saber dónde te metes. En los últimos tiempos me parece que abunda esa confusión. 

Henry Miller
He asistido a tertulias, o clubs de lectura, donde me encontré con una persona, o un grupito de amigos, que ponían un libro sobre la mesa elegido por ellos (o lo tomas o lo dejas como las lentejas), sobre el que desplegaban sus loables motivos didácticos, incluso leyendo al principio un párrafo informativo sobre el autor (como si cualquier interesado no pudiera encontrarlo en internet). Tras ese momento de perplejidad, iban dando turnos de palabra, porque admitían a cuanta más gente mejor, evitando así una charla fluida. En fin, echo de menos las apasionantes conversaciones que he disfrutado en otros momentos de mi vida, surgidas sobre la marcha, o decidiendo entre todos un tema como punto de partida, que no de llegada. 

Acabo con varias frases más. Una de Camus: "Si el mundo fuera claro, el arte no existiría". Otra de Aristóteles: "La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia". Y una referencia al fascinante, insólito librito de Henry Miller sobre la poesía partiendo de Rimbaud, del que ya he hablado en el blog de libros con aliento: 

Para H. Miller la poesía no es cuestión de erudición sino de sensibilidad. Este es un librito de apasionada defensa de la poesía, como la auténtica actitud revolucionaria, que sorprenderá a los que sólo hayan leído sus trópicos, porque desborda espiritualidad, romanticismo, arrebato, aunque para mí ambas facetas se complementan como parte de su alma dionisíaca. 
Y esto es lo que se me ha ocurrido, no se sabe para qué, a partir del documental sobre las conversaciones Truffaut-Hitchcock, que me ha encantado.