domingo, 16 de diciembre de 2012

Alma en los ojos de un tigre ('Vida de Pi de Ang Lee y 'Una pistola en cada mano' de Cesc Gay)


Por Tesa Vigal

Alma por todas partes. Yo diría que ese era el meollo de la contracultura de los movimientos hippies y roqueros de los años sesenta y setenta. Por eso era contracultura, porque iba en otra dirección muy distinta de la sociedad de consumo, en la que lo importante era lo material. Lo que se tenía y no lo que se era. ¿Os suena? Una ¿evolución? que seguiría pendiente y con más razón en estos tiempo convulsos, que parecen pedirlo a gritos. Como dijo John Lennon en el libro 'Lennon recuerda' (larga entrevista de Jann Wenner en los setenta), cuando le pregunta su opinión sobre aquellos movimientos: "fue una simple ojeada a todas las posibilidades".

El hindú llamado Pi de la película de Ang Lee ve el alma en los ojos del tigre llamado Richard Parquer. También la ven los indios sioux que lo sigan siendo, y cualquiera que así lo sienta, aunque haya nacido en el centro de una ciudad occidental. Aquí va el trailer del que me gustan las imágenes, aunque las frasecitas que lo acompañan se quedan al nivel superficial de un trailer.
"http://www.youtube.com/embed/kxAGTwzMb7w

La película es insólita porque ya lo es la novela en la que se basa de Jean Martel. Más allá de la historia inusual de Pi, un náufrago que tiene que compartir barca y peripecias con un tigre de Bengala, está su manera de vivirla. Desde la loca exaltación que siente al comenzar la tormenta que provocará el naufragio, hasta el descubrimiento de que el motivo por el que sobrevivirá es, precisamente, la dureza enloquecedora de tener que compartir ese naufragio con Richard Parquer, el tigre. Pasando por esa escena sobrecogedora en la que Pi desea saber qué es lo que ve el tigre, cuando le observa contemplando fijamente la inmensa y misteriosa noche estrellada sobre ese mar inabarcable que les cobija, les amenaza, les sugiere, les empuja, les pregunta, les saca fuera de sí, y les arroja dentro de sí mismos.

Creo que casi todos en la vida, al menos una vez, se ha encontrado en una situación así. Empezando por la gente inmersa en una crisis de cualquier tipo. Cuando el suelo desaparece bajo los pies, se pierde lo que se tenía (que puede ser material, psíquico, emocional, o incluso todo junto) y lo que nos rodea tiene una nueva brújula en la que las coordenadas son desconocidas, cada cosa tiene que ser nombrada de nuevo, el empezar de cero es inevitable y vertiginoso, y tenemos que mirarnos a los ojos, a los nuestros y a los  otros y resistir el miedo y el enigma respondiendo, actuando con ello.
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Curiosamente una película de Cesc Gay, que nada tiene que ver con la de Ang Lee, 'Una pistola en cada mano', me dio la impresión de que cuenta los momentos previos a tocar fondo de los que hablaría la vida de Pi. Si las personas que pueblan esta historia coral de magníficos actores (Leonardo Sbaraglia, Luis Tosar, Ricardo Darín, Eduard Fernández, Candela Peña, Alberto San Juan, Jordi Mollá, Leonor Waitling, Javier Cámara, Eduardo Noriega...) siguieran viviendo su vida más allá del punto y final de la película se encontrarían compartiendo un naufragio con un tigre de Bengala. Pero de eso ya no habla la película, sino de los momentos previos, aparentemente cotidianos, tiernos, ridículos, contradictorios... En los que cabe el sentido del humor y el absurdo caminando hacia otra historia. 
Tengo la impresión de que en el fondo de todos los seres humanos se encuentra el alma pura, salvaje, enigmática, profunda, oscura y luminosa de los ojos de un tigre. Para bien y para mal y abarcando ambas cosas en el tremendo misterio de la vida que siempre está ahí, esperando...

lunes, 26 de noviembre de 2012

La noche del oráculo de Paul Auster (En la casa' de Ozon)


Por Tesa Vigal

Saliendo de la habitación cerrada. Esa es la sensación que me dio el libro de Auster (en las tres fotos siguientes). Un recorrido tan inevitable como imperioso, con tramos a oscuras, pasillos bajo la luz intermitente de inquietantes bombillas,  como en una película de David Lynch, saltos sin red de una vida a otra nueva, huellas en la tierra húmeda de un pasado vivo y un presente paralizado, pistas y señales en lo que sale al paso en vagabundeos por calles mojadas, siempre mojadas, con lluvia o sin ella, y habitaciones que sólo pueden abrirse desde fuera. Como en la que se queda encerrado, sin querer, Nick Bowen, el hombre que acaba de soltar su vida anterior con todo su bagaje: mujer, casa, trabajo, ciudad.

Lo ha decidido porque al caminar por una calle de Nueva York, una gárgola de un viejo tejado ha caído a sus pies rozándole la chaqueta. Un día de fuerte viento. El viento siempre es más que viento. Ese encuentro con el destino (uno de los temas favoritos de Auster, ese fascinante buceador vital) le lleva a sentir que si sigue vivo, pero debería estar muerto, es que su pasado ya no existe y como si acabara de nacer debe empezar desde cero. Para un taxi instintivamente, pide ir al aeropuerto y allí paga con su tarjeta un billete para el primer vuelo que salga. Resulta ser un local local y provinciano, donde nunca ha estado ni conoce a anadie: Kansas city. Allí se quedará atrapado en esa peculiar habitación por haberse olvidado la llave fuera y haber cerrado la puerta a su espalda, pensando en otra cosa.

Este hombre, Nick Bowen, es uno de los espejos del laberinto de esta múltiple historia. La escribe, febrilmente, perdiendo la noción del tiempo, Sydney Orr en un cuaderno azul que le atrapa en El Palacio del papel, la papelería de un chino que Syd descubre en sus primeros paseos vacilantes, tras haber estado en el hospital al borde de la muerte. Es un treintañero pero los primeros días se mueve como un viejo. La rehabilitación es volver a la vida, obvio, pero ¿a qué vida? Tal vez el cuaderno azul del señor Chang de Brooklyn le estaba esperando, igual que la gárgola a Nick Bowen.

Como en 'El palacio de la luna' (aún más fascinante, con páginas que vibran con el magnetismo del chaval protagonista, "moviendo ficha" de manera extraordinaria para recibir una respuesta de la vida) hay sendos establecimientos chinos, papelería y restaurante, y dos palacios. Uno lunar. Otro de papel, el cuaderno azul. También en los dos libros hay historias dentro de historias (en realidad todas las vidas son así). Aunque en 'La noche del oráculo' son auténticas muñecas rusas. Una dentro de otra y dentro de otra... Y la que da título al libro es, precisamente, la más recóndita, la que se encuentra en el núcleo.

'La noche del oráculo' es un libro inédito, descubierto por su nieta, de una famosa escritora de los años 20 del siglo pasado, que llega a las manos de Nick Bowen y se lo lleva con él a Kansas city, a su nueva vida, y allí lo lee.

Lee la triste historia de un soldado de la primera guerra mundial, que descubre que a veces adivina escenas del futuro que luego se cumplen. Fogonazos incómodos, turbadores, que quisiera no tener. Cuando ve el futuro terrible con su amada novia que también le ama, rompe con ella para evitarlo. Final de incomprensión dolorosa para ella y pena del desgarro asumido para él.

Claro que la historia de Nick Bowen le viene a Syd Orr imparable, sin saber su final, ante el cuaderno azul, recordando lo que le cuenta un amigo (que ha sido amante de su mujer Grace), como una anécdota que un personaje de Hammett relata a otro en una de sus novelas, 'El halcón maltés'.

Así que cada historia-muñeca rusa quedaría así:
·*Sydney Orr - su amigo John - su mujer Grace...
                             
 *hombre que cambia de vida en la novela de Hammett

·*Cuaderno azul - historia de Nick Bowen...
                                                              
 *Su mujer Grace sueña con habitación cerrada

·*Noche del oráculo

El sueño de Grace, sin saber lo que ha escrito su marido, ocurre tras acabar de escribirse la historia del cuaderno azul sin saber cómo seguirla, sin saber si sigue o no. Simplemente el encierro es también el punto aparentemente muerto de la historia. Nadie puede sacarle de allí porque nadie sabe dónde está, un lugar subterráneo conocido sólo por su constructor, el viejo taxista que le da trabajo allí, en su 'Oficina de preservación histórica' repleta de estanterías llenas con hileras interminables de guías telefónicas de todas partes y cualquier año.

Grace sueña que los dos se quedan encerrados en una habitación donde han pasado horas salvajes en la cama. Un sueño erótico de una habitación cerrada.

Lo que ha escrito en el cuaderno azul se repite en la vida, como un conocido poeta citado por Orr, que dejó de escribir cuando lo escrito se materializó en el futuro y tuvo miedo del poder de la palabra escrita de determinada manera, quizás desde esa dimensión sin tiempo ni espacio, sin saber cuándo adquirirá ese misterioso, temible poder.

Ese es también el tema de la película 'en la casa' (siguiente foto). Historia dentro de historia, donde se acaba por dudar de si algo de lo sucedido es verdad, o se ha quedado en las páginas escritas por el chico de la última fila. Porque otras cosas son registros de algo real (lo sabe su atrapado profesor) y otras son provocadas por lo escrito anteriormente.

Los límites entre lo imaginado, lo presentido, lo recordado y lo sucedido son tan finas y ambiguas que queda en evidencia que tan sólo lo experimentado, lo sentido, es real. El dato de que haya sido en un sueño, en la vigilia, borracho, o sobrio, imaginado, o testificado, carece de importancia. Son circunstancias de lo vivido.

El poder transformador de la realidad por lo imaginado por el chico de la última fila en la película. El de lo escrito por Orr en el cuaderno azul. El de lo que pensamos, percibimos y suponemos a cada momento materializando mundo, desemboca en lo esencial: ¿Cómo salir del involuntario encierro en una habitación cerrada por tí mismo? Estoy en ello. Si depende de mí lo intentaré hasta el final. Si depende de una ayuda aleatoria exterior, como en el cuento de la bella durmiente, estoy perdida porque sólo yo sé dónde está la llave. Si depende del destino, puede que lo que suceda, algo o alguien, pregunte a través de la puerta dónde he puesto la llave. O quizás bastaría con imaginarla con todo detalle y el deseo sin mezcla de dudas (como dirían los seres del País Borroso) la colocaría de nuevo en mi mano.

En cualquier caso leer esos dos libros de Auster y la peli de Ozon me han animado a seguir en el camino libre que nunca he abandonado. Sobre todo en momentos de habitación cerrada por mí sin querer, cuando mi necesidad más pura es abrirla. Contradicciones. De nuevo los límites difuso a golpe de bruma. Invocaré al viento.
    


domingo, 28 de octubre de 2012

Historia sufí sobre cómo la percepción personal crea el mundo


Por Tesa Vigal

Se titula: 'Pan y joyas'. Pertenece a la tradición oral y lo encontré en una antología en la biblioteca. Me encantó su aparente sencillez ocultando sin tapar, un montón de capas. Seguramente a mí se me escapan algunas. Pero esa fascinante cualidad tienen los cuentos míticos, esos anónimos y ancestrales, aunque siglos después tengan recopiladores que algunos llegan a confundir con sus autores (como el caso de los hermanos Grimm en occidente).
Este, como ya he dicho en el título, es un cuento oriental, sufí en concreto: 

"Una vez un rey decidió dar una parte de sus riquezas a modo de caridad desinteresada. Al mismo tiempo, quiso ver qué sucedía con ella, de manera que llamó a un panadero en quien podía confiar y le dijo que horneara dos panes. Dentro del primer pan debía colocar una cantidad de joyas, y el otro hacerlo nada más que de harina y agua.

Los panes tenían que ser entregados al más y al menos piadoso de los hombres que el panadero pudiese encontrar.

A la mañana siguiente, dos hombres se presentaron frente al horno. Uno estaba vestido como un derviche y parecía muy piadoso, aunque en realidad sólo se trataba de un farsante. 
El otro, que guardó silencio, le recordó al panadero, por semejanza de rasgos faciales, a un hombre que le desagradaba.

El panadero entregó el pan que contenía las joyas al hombre que llevaba el manto derviche, y el pan común al segundo hombre.

Tan pronto como recibió su pan, el falso derviche lo palpó y sopesó en su mano. Sintió las joyas, que a él le parecieron grumos en la masa, harina sin mezclar. Sostuvo el pan en su mano, y el peso de las joyas hizo que a él le pareciera muy pesado. Miró al panadero y se dio cuenta de que era un hombre con el cual no se podía jugar; de modo que se volvió hacia el otro hombre y le dijo: "¿Por qué no cambias tu pan por el mío? Tú pareces estar hambriento, y éste es más grande".

El segundo hombre, que estaba preparado para aceptar lo que fuera, cambió su pan gustosamente.

El rey, que estaba observando a través de una rendija en la puerta de la panadería, quedó sorprendido, más no se dio cuenta de los méritos relativos de ambos individuos.

El falso derviche obtuvo el pan común. El rey concluyó que el Destino había intervenido para mantener al derviche protegido de la riqueza. El verdadero buen hombre encontró las joyas y fue capaz de hacer buen uso de ellas. El rey no pudo interpretar este acontecimiento.

"Hice lo que se me ordenó", dijo el panadero.

"No es posible entrometerse con el destino", dijo el rey.
"¡Qué astuto fui!", dijo el falso derviche".

viernes, 28 de septiembre de 2012

Reaciones: de Buñuel a David Lynch


Por Tesa Vigal

Impotencia, confusión...

Me siento al lado de la gente que protesta digna y pacíficamente contra las numerosas injusticias de aquí o de cualquier lado. Pero soy contraria a cualquier tipo de violencia. Lo que llega a conseguirse de esa manera se revela otra forma de tiranía, porque los cambios auténticos de larga vida son los que surgen desde el interior de las personas, nunca los impuestos desde fuera. De ahí la importancia decisiva de tomar conciencia de nuestra situación, de lo que somos y lo que no somos y  de las posibles soluciones que estén en nuestra mano. Sin confundir nuestra respuesta al exterior con la actitud evasiva de echar todas las culpas al mundo, sin querer encarar ni cuestionar nuestra actitud, dejándonos llevar por cualquier fantasma que nos quiera devorar devorando al mundo.

Por eso, en estos tiempos convulsos, vuelvo al inconsciente, a la raíz de la construcción y la destrucción, de la vida y de la muerte, es lo que está en mi camino, apoyando con todo mi corazón el lado periodístico y social que es la otra manera de enfocar la vida humana.

En mi camino el Buñuel de 'El ángel exterminador' (en la foto). Esa película única en la historia del cine, que refleja ese tipo de situaciones sin salida aparente por nuestros miedos y neurosis. Cuando no podemos salir de una habitación aunque tiene las puertas abiertas y objetivamente existe una salida. Pero da igual si nosotros no la vemos, o si la vemos a nuestra manera, cerrada subjetivamente. El mundo es producto de nuestra percepción personal. La gente encerrada de la historia sólo puede salir de allí cuando vuelve al punto de partida, al momento en que surgió el miedo y la puerta cerrada. Ese momento gozne en el cual se sitúa de nuevo en la encrucijada y puede actuar de manera diferente.

Buñuel es un cineasta explorador del inconsciente que nos domina y dirige nuestra vida, lo queramos o no, lo aceptemos o lo rechacemos, y especialmente cuando no queremos saber nada de él. Entonces suele volverse destructivo y ponerse frente a nosotros en forma de pesadillas. Por el contrario es nuestro aliado si lo aceptamos y encaramos. En ese caso es la fuente de nuestra libertad, de nuestro ser auténtico, lleno de potencial enorme al servicio de nuestra vida y de la vida. 

David Lynch es de su misma 'estirpe' cinematográfica. En sus películas explora nuestro lado desconocido, poniendo en evidencia la manera en que el inconsciente se funde de manera cotidiana en nuestra vida, la realidad vital de nuestros sueños, su importancia significativa como un cuaderno de bitácora de nuestra situación profunda, por debajo de la piel de las situaciones cotidianas.

'Blue velvet' ('terciopelo azul') es una de sus más redondas películas. 

En 'Mulholland drive' logra la misma capacidad turbadora, profunda, hipnótica, con la diferencia de que en esta historia lo cuenta mezclando en concreto los sueños y la vigilia de su protagonista, una chica de provincias que llega a Los Ángeles con la esperanza de triunfar en el cine, protagonizada de manera impresionante en sus varias facetas por Naomi Watts.
Su manera simple de ver la vida, sin ser aún consciente de todo su lado desconocido, la colocará de manera imparable frente a sí misma y sus fantasmas. Cuando eso sucede, si nuestra actitud es la de dejar de creer en lo bueno de la vida porque en el fondo nuestra visión del mundo ha sido unilateral, sin dar cabida a su parte complementaria y sombría, el efecto será devastador. Y en lugar de enriquecer iluminando nuestro camino de manera profunda, nos quedaremos de nuevo en la superficie aunque esta vez "creyendo" sólo en la parte negativa de la existencia. Sin salida, como la gente de 'El ángel exterminador'.

Esa es mi visión. Cada persona aporta la suya y cuando se trata de películas, situaciones o novelas ricas en hilos y sugerencias, las visiones se multiplican afortunadamente y todas seguro que aportan algo único y personal. De eso se trata. De complementar sin juzgar, pero eligiendo.

Es el caso de 'Mulholland drive', que tiene hasta páginas dedicadas a su interpretación. Me parece maravilloso.
Aquí va la mía.
En la historia aparecen mezclados, como en la vida misma, lo cotidiano y los sueños de su protagonista Diane, y ese entrecruzamiento fascinante va revelándose, poco a poco, según avanza la película.
Llega a Los Ángeles ilusionada y con la falsa limpieza de la superficialidad (foto izquierda). Su tía, que trabaja en la industria del cine, la ha dejado su apartamento mientras está de viaje y también una audición de casting para una película de un conocido. Conoce a Camille (foto derecha Camille-Rita), actriz como ella, de la que se enamora y con la que tiene una historia amorosa con final desgraciado. Porque Camille resulta la eligida para protagonizar el proyecto, a pesar de la impresionante audición que hace Diane. Es más, Camille acaba aceptando casarse con el director de la película y Diane, abandonada y fracasada, entra en una espiral de brutal desesperación y negrura en la que decide contratar a un asesino a sueldo para que mate a su ex amante y poco después de un sueño que pone en evidencia lo que no puede soportar (y por ello lo cambia en el sueño) se suicida. Sólo queda el silencio. "Silencio", es la última palabra de la película.


En el sueño la chica que va en un coche hacia Mulholland drive, una zona de Los Ángeles, es Camille en lugar de ella, camino de la  fiesta de celebración del compromiso de Camille y el director. Y en el sueño hay un accidente con el que se abre la película, nocturnas imágenes hipnóticas con la turbadora música de Angelo Badalamenti, de la carretera circundando a la ciudad.
La chica, tras el golpe, huye del lugar conmocionada y amnésica y se refugia en una casa, la casa de Betty (el nombre que tiene Diane en el sueño, la chica ilusionada aspirante a triunfar en el cine). Así cambia su historia haciendo que se conozcan las dos amantes en una situación más amable para Diane, cuando Betty, ella misma se encuentra en una situación de superioridad porque puede ayudar a Camille-Rita (el nombre que tiene en el sueño), porque su insomnio la pone en una situación vulnerable, necesitada de protección. Justo lo contrario de lo que ocurre en la vigilia. También modifica su fracaso en el cine, achacándolo a una oscura conspiración de productores mafiosos que obligan al director a contratar como protagonista de la película a Rita-Camille.

Juntas investigan quién es Rita y lo que ha sucedido... Una búsqueda de la identidad que es lo que recorre el fondo del sueño y de la propia vida de quien lo sueña, Diane-Betty.
Esa investigación las lleva finalmente hasta un nombre que recuerda de pronto Rita, y que resulta ser el de Diane. Llegan a su casa, la casa real de Diane y como en esa casa tienen que enfrentarse a una oscura sordidez, un aire enrarecido reflejo fiel de la soñante, ésta no puede soportarlo y la última escena del sueño es ellas dos huyendo de la figura muerta de Diane en su cama, volviendo a casa de Betty-Diane y allí desapareciendo Betty, llamándola Rita y abriendo una caja cuya oscuridad la absorbe.

Un personaje turbador del propio sueño, que ya ha aparecido antes, un hombre viejo vestido de vaquero y frases enigmáticas, abre la puerta del dormitorio donde Diane está dormida en la cama y dice: "Es hora de despertar".

A partir de ese momento la historia, en la que hasta entonces se han mezclado escenas de la vigilia con las de sueño, sigue su curso en la realidad de su situación exasperada, desoladora. Incluso la forma de agarrar la cafetera de Diane refleja la aspereza sin salida de su vida, su viejo albornoz tan raído y sucio como ella, sus ojeras que parecen regodearse en la desesperación, la llave sobre la mesita que era la señal del asesino a sueldo de que había matado ya a su ex amante, su encierro que se nota de muchos días ya, su mirada opaca fuera ya del mundo, rechazando y rechazándose, la visión de su memoria de los amables viejecitos que la animaron en el avión que la llevó a los Ángeles y que ahora son una insoportable burla del lado luminoso de la vida y la acechan como fantasmales esbirros de la oscuridad galopante, como gota que desborda el vaso haciendo estallar su autodestrucción. Esa mano que abre violentamente el cajón, apretando con rabia la pistola, tumbándose en la cama, disparando, todo en segundos brutales de punto y final.

Antes, en la mezcla de escenas de vigilia y sueño, la misma realidad abrumadora, porque ambas secuencias están apabullantemente vivas. El momento en que Diane se fija en el nombre de la camarera que les atiende a ella y al asesino que está contratando, Betty. En el mismo café de una las primeras secuencias inquietantes de la película, con un personaje tangencial, un cliente de ese mismo café que le cuenta a un amigo que ha tenido un sueño en ese mismo café, en el que están en esa misma mesa.

Y, por supuesto, no queda todo hilado, eso sería más simple que la vida. Queda por explicar, para mí, la escena esperpéntica del asesino visitando a un conocido en su despacho, hablando de la coincidencia de una chica a la que tenía que matar y que ha ¿muerto, desaparecido...? en un accidente de coche la noche anterior. ¿Parte de la historia real que nunca llegaremos saber? Posiblemente.

Igual que  las andanzas en el sueño del director de cine presionado por la mafia. Porque toda experiencia (lo único auténticamente real) abarca sueños y vigilia, lo que sabemos y lo que ignoramos. Lo que preferimos enfocar y lo que nunca podremos conocer. Los datos a nuestro alcance y los que siempre estarán más allá de nuestra historia. Historia dentro de cada una de las historias de las personas con las que nos cruzamos en un pequeño periodo de tiempo y que, a su vez, quedarán inmersas y entrelazadas dentro de sucesivas épocas, personas, sueños y vigilias, en un laberinto sin final.

Las dos protagonistas entrando en ese local turbador, al fondo de un callejón desierto recorrido por papeles que arrastra el viento, donde hay un escenario, un presentador que advierte que "no hay banda" aunque se escucha música, esa cantante que canta a capela una canción es español desgarrada, que habla de seguir llorando por tu amor.

Las esquinas a las que la cámara va acercándose muy lentamente. Las lámparas de bombillas chisporroteando, encendiéndose y apagándose. Los números guardianes del enigma de una puerta o un buzón, o un teléfono que descuelga una mano anónima. Esas lágrimas, ese temblor, ese alma rota que acaba siendo absorbida por la oscuridad, porque su decisión ha sido no aceptar los muchos lados de la vida, sino sólo uno de ellos.
     
       

domingo, 2 de septiembre de 2012

Ray Bradbury: la sangre humana es poesía, la marciana también


Por Tesa Vigal

En sus relatos te lo hace sentir (foto de Bradbury en sus últimos tiempos a la izda.). Pues además de su enorme humanidad, lo que transmiten las páginas de sus historias es que el fondo humano, lo queramos o no, lo neguemos o lo rechacemos, es poético. Y ese fondo surge a borbotones desde todo lo que tocamos, vemos, percibimos, incluyendo a lo cotidiano que con él se revela como una red mágica de correspondencias que nos enlaza al viento, aún sin saberlo.


Por sus 'Crónicas marcianas' es evidente que pertenece a esa estirpe de escasos escritores de ciencia ficción que no se quedan limitados a maquinitas tecnológicas (esa penosa y, para mí, aburrida, limitación superficial) sino que bucea en el tiempo y el espacio, en el alma y sus actitudes imaginando, explorando a dónde pueden llevarnos. Por lo tanto quedan avisados los amantes de juguetitos tecnológicos para que eviten leer esas crónicas cotidianas de humanos y marcianos en marte, pues en ellas encontrarán paradojas y símbolos, miedos y raíces, anhelos y alma, mucha alma.
Igual que en el maravilloso libro 'Dandelion wine', aquí en España traducido como 'el vino del estío', cuando en realidad es 'El vino del diente de león'. Esa planta silvestre con flores amarillas y fruto hecho de finos vilanos que al soplarlos flotan en el aire. Por cierto, se dice que esa es una de las cosas que puede hacerse para invocar la presencia de un hada o un duende. 


El título viene de la costumbre, en el pueblo donde se desarrolla la historia en los años veinte del siglo XX,  de hacer vino cada verano con los dientes de león, con la creencia de que al beberlo a lo largo del año volverá a nosotros el calor del sol, lo dorado de la vida, las noches al aire libre, los pies descalzos, el olor a hierba, el zumbido de las abejas, la luz de las luciérnagas, la pesadez de las tardes más calurosas, cuando la somnolencia nos hace pararnos, cerrar los ojos, acariciarnos la piel, dejar la habitación en la penumbra de las persianas bajadas, o sentirnos moscas aleteando sin rumbo embriagadas de calor, en busca de un lugar dulce donde posarnos... Además de remediar el insomnio y las digestiones, o cualquier dolencia que sea puro reflejo de un ánimo dolorido. 

Aparece un personaje en el pueblo que en nombre de los 'adelantos modernos' trata de vender semillas de un césped nuevo, que evitará que en él crezcan dientes de león y el abuelo que le escucha no da crédito a lo que oye y le despide mirándole con cierta tristeza porque ese vendedor ha perdido el contacto con la zona más importante de su alma.
La razón de preservar la naturaleza no es respirar mejor o que los árboles sean 'bonitos', sino que nuestro espíritu pertenece a la naturaleza, es parte de ella, nos pone en contacto con nosotros mismos, por muy urbanitas que seamos. Es compatible.
Hay un párrafo en el libro que transmite de manera prodigiosa esa sensación embriagadora. Quien la siente es un niño del pueblo:

"La voz venía de un pozo de moho verde, de algún lugar sumergido, secreto, alejado.
La hierba murmuraba bajo el cuerpo de Douglas. bajó el brazo, con su vaina de pelusa, y sintió, muy lejos, allá, los dedos que crujían en sus zapatos. El viento suspiró en los caracoles de las orejas. El mundo se deslizó brillantemente por la superficie vidriosa de los ojos, como imágenes centelleantes en una esfera de cristal. Las flores eran de sol y encendidos puntos celestes, esparcidas por el bosque. Los pájaros aleteaban como piedras que golpeasen la superficie del vasto e invertido estanque del cielo. El aire pasaba con violencia entre los dientes, entrando como hielo, saliendo como llamas. Los insectos conmovían el aire con una claridad eléctrica. Diez mil cabellos crecieron un millonésimo de centímetro en la cabeza de Douglas. Oyó los corazones gemelos que le golpeaban los oídos, el tercer corazón que le golpeaba la garganta, los dos corazones que latían en las muñecas, el corazón real en el pecho. La piel se le abrió en un millón de poros.


¡Estoy realmente vivo!, pensó. ¡Nunca lo supe, y si lo supe no lo recuerdo!". 

Esa es la diferencia entre lo que se escribe de mente a mente (periodismo y ensayo, igual de necesarios) y lo que se escribe de alma a alma (arte, literatura). En el primer caso se trata de ideas. En el segundo se invocan mundos vivos, con ideas, sensaciones, sentimientos, y cualquier otra percepción y emoción imaginable.
A partir de Bradbury he tratado de ofrecer un placer de dioses. Esperando que lo descubráis y disfrutéis y con la buena noticia de que Bradbury no es el único que te brinda ese tipo de viajes que enseñan a vivir. 

jueves, 30 de agosto de 2012

Hadas y Duendes, espíritus de la naturaleza y/o habitantes de una zona paralela


Por Tesa Vigal
Quede por delante que recomiendo al maravilloso autor Jesús Callejo,  autor de la 'trilogía sobre estos seres míticos en España. El primer libro. ‘Duendes’ escrito en colaboración con Carlos Canales. Los siguientes: ‘Hadas’ y ‘Gnomos’. La editorial Edaf.

Y luego está la joya del poeta Yeats sobre los que le contaban sus paisanos irlandeses, titulada: ‘El crepúsculo celta’ en la editorial Alfaguara (creo que descatalogado, buscar en biblioteca) y posteriormente en la editorial 'Reino de Redonda' con la magnífica traducción de Javier Marías. 
Lo que más me fascina de hadas y duendes (esos seres edulcorados y distorsionados en ciertos cuentos para niños) sería su complementariedad con los humanos. Una naturaleza libre y entera, aquello que perseguimos o anhelamos las personas a lo largo de nuestra vida y depositarios del secreto del poder materializador del deseo, siempre que sea puro, sin contradicciones ni mezclas. 

Naturaleza intermedia entre humanos, animales y espíritus. 


De igual manera todo lo que se cuenta sobre ellos (el pueblo gentil, los desmemoriados, el reino intermedio, las encantadas, los elementales, el reino borroso...) contiene, a partes iguales, un raro eco de lo verdadero y lo legendario. Huellas de lo imposible cercano y lo lejano posible.



Presentes en las leyendas de todo el planeta con diversos nombres, siempre son seres difusos y escurridizos de ver, pero rotundo el efecto de su presencia. Y siempre en contacto, directo o indirecto, con las manifestaciones de la naturaleza.


No sólo materiales y geográficas, sino también en el plano de los sentimientos, sensaciones y creaciones (la inspiración poética, los bosques y cuevas, las viejas colinas y la pasión amorosa, los niños y la música, la generosidad y el agua, la belleza sublime y la fealdad más grotesca, el fuego y la juerga, lo sutil y el aire, los hechizos y lo doméstico, lo delicado y lo radical, la sabiduría ancestral y la frivolidad más deliciosa... Lo enigmático en suma). 



Su relación con los humanos ha participado siempre de su propia naturaleza ambivalente. Su contacto puede producir tanto la locura y la muerte, como las riquezas fabulosas, la protección, o el amor. Y sus emociones y sentimientos pueden ser de un carácter o de otro, pero siempre puro, pues no cabe en ellos la duda, o la indefinición. Su danza, su amor, o su odio son inagotables y por eso se les ha considerado peligrosos, pues en este sentido son lo opuesto a la naturaleza humana, cuyo corazón está hecho de mezclas y contradicciones.
Pieles negras, marrones, verdes o azuladas, o pálidas y deslumbrantes como la nieve. Ojos claros u oscuros, almendrados o rasgados, delineados con líneas ocres o azules. Orejas puntiagudas, espaldas con alas traslúcidas de mil colores, de mariposa o libélula, o sin ellas. 



Pies humanos o de animales (cabra, oca…). Vestidos de hojas y flores, o con telas rojas o verdes. Largos cabellos enredados en hojarasca o campanillas, o hirsutos como juncos, o plumas de ave en lugar de pelo. El maravilloso libro de Brian Frond y Alan Lee, los presenta en los impresionantes dibujos de David Lackin con senos recorridos por caracoles, caderas tatuadas con pigmentos del bosque, sombreros caprichosos como barcos o setas, o cabezas a pelo acariciadas por el viento. Belleza hipnótica, comportamiento imprevisible, honda ternura o crueldad, tamaño indefinido y cambiante, formas y esencia radicales. 


Los humanos parecen necesitar su existencia de alguna manera, incluso negándola, pero aún así hablando de ellos. El lugar donde viven participa de su naturaleza escurridiza. Tan presente como remoto, parece participar de los mundos paralelos de los que hablan las últimas teorías de la física cuántica actual.

Lugares que no están en ninguna dirección y están en todas. Y los puntos de conexión son puertas que se abren o se cierran de manera y con condiciones enigmáticas e imprevisibles. Seres que asustan y fascinan a partes iguales, rechazados y buscados, invocados y despreciados. Pero siempre, y por alguna razón, nombrados como   los seres más antiguos del planeta. 


lunes, 13 de agosto de 2012

¿Qué es el progreso? 'La selva esmeralda' de John Boorman


Por Tesa Vigal


A partir de una película inolvidable: ‘La selva esmeralda’, John Boorman.

O la liberación de lo secundario y lo sustitutorio. Cuando desaparecen los algodones de lo artificial con su ilusoria seguridad y uno se queda cara a cara, piel con piel con la naturaleza propia y con la externa, con el gran Misterio. Esa es la atracción que ejerce el tipo de vida "primitivo" (aquí usaré esta palabra en el sentido de primigenio, no en el sentido peyorativo).  No porque todo lo arcaico sea bueno, sino porque contiene un tesoro perdido: el contacto con el alma del mundo y todo lo que contiene, incluyéndonos a nosotros mismos. 


Todo está vivo, todo tiene su espíritu (ríos, montañas, situaciones, personas, objetos, casas…) el lado material de la vida sólo es su cara física, la más superficial y aparente y, sin embargo, la única que muchos consideran real viviendo así una existencia amputada, mezquina; tratando de sustituir, inútilmente, todo lo cercenado. El tesoro que contiene lo que la vida occidental ha olvidado, empeñada en la destructiva actitud de creer incompatibles el alma y el cuerpo, lo lógico y lo mágico, la tecnología y el espíritu, cuando son necesaria, profundamente complementarios.

No se trata de elegir sino de fundir. Puedes amar los árboles y también los conciertos, el cine y las luces de neón. Todo ello te pone en contacto con tu alma y el alma de las cosas. Se trata de vivir cada momento lo que más feliz te haga y la libertad siempre está presente en el camino con corazón, ese que es una gozada recorrer y con el que te sientes uno.  (Abajo la peli completa que he encontrado en Youtube)






Sin embargo me da la sensación de que hay malentendidos letales en la idea de progreso. Progresar debería ser lo que nos hace más libres, más felices. Pero hay en la tecnología y el consumismo (comprar lo que no necesitamos dejándonos engañar con la promesa de que nos hará felices) una trampa que encadena. Es estupendo tener un ordenador si lo necesitas para tu trabajo, para investigar, para escribirte con la gente, o hablar con ella… Es una cadena que te esclaviza si lo usas por aburrimiento, o si no paras de comprar accesorios innecesarios, sólo porque los anuncian como la última innovación y tú obedeces ciegamente la falacia del anuncio. Es maravilloso comprarte lo que necesitas, es esclavitud hacerlo por motivos tramposos de una visión del mundo mercantilista. Si no quiero para nada la oferta de un supermercado ¿qué sentido tiene comprártela sólo porque es más barato? El colmo de esa actitud sin sentido me ocurrió una vez, a la puerta de un concierto. Pasaba por la puerta y una señora me ofreció gratis la entrada que le sobraba. Cuando yo pregunté qué concierto era se sorprendió, diciéndome: “Pero si te la regalo…” y a mí me asombró que no entendiera mi pregunta. Para ella era normal aceptar algo gratis aunque no te gustara, aunque perdieras dos o tres horas preciosas de tu tiempo en algo que no tenía nada que ver contigo.

Luego están los valores prioritarios. Para unos sólo existe lo material, jamás se cuestionan su vida íntima, incluso es algo en lo que jamás piensan porque es ir a la base de sus problemas, así que para ellos la vida sólo consiste en ganar dinero para comer y pasárselo bien con distracciones pequeñas, fugaces, limitadas, finalmente olvidables, o incluso aburridas. Afortunadamente están los amantes del amor, los idealistas, los generosos, los curiosos, los inquietos, los soñadores, los indomables… Los que nunca abandonan a su niño interior, donde reside lo mejor de cada uno, la fuente de lo creativo, del juego, del corazón, de la magia. Y aquí enlazo con la vida “primitiva”. Repito, compatible con cualquier aparato que nos haga más libres, incompatible con cadenas. Las más escondidas suelen ser las interiores. Por eso el desechar los sueños, ese cuaderno de bitácora con sus mensajes inconscientes sobre nuestra alma, para quedarnos con nuestros viejos personajes. Evitar conocernos para así practicar la inútil actitud de echar culpas al mundo, o por el contrario culparnos ciegamente justificando siempre a los demás. Ambas actitudes nos impiden ser libres, además de amputar la posibilidad de comunicarnos, y son creadoras incesantes de malentendidos, confusión, cadenas. El mundo entonces se vive como una carga incomprensible, en lugar de una aventura constante de exploración y descubrimiento. Lo laberíntico del mundo molesta, en lugar de estimular y fascinar. Y en el caso más extremo todo se banaliza y la vida cada vez es más estrecha y enjaulada.


Esta película de John Boorman cuenta un caso real muy significativo, lleno de hilos que seguir, de planos que investigar. El hijo de un ingeniero brasileño (dcha foto), de unos tres o cuatro años, se pierde en el borde de la selva cuando ha ido con el resto de su familia a ver el lugar del próximo proyecto de su padre, una presa hidráulica, y aunque lo buscan durante mucho tiempo, nunca lo encuentran. En realidad lo ha recogido un grupo de indios, que lo adopta como uno más de la tribu, y a lo largo de la historia vemos lo cómodo y feliz que crece el niño occidental entre los indios amazónicos. Su padre lo sabrá al encontrarse con su hijo, muchos años después, cuando ya es un adolescente.


Lloré viendo cómo arrancaban los árboles  de la selva los "civilizados" de turno, en nombre de un supuesto progreso que no es más que una letal falacia, para construir en su lugar cualquier cosa, siempre más espantosa e inútil en comparación. Yo lloro de pena con esas cosas. Y me emociono con lágrimas de alegría ante la proximidad de lo imposible, la belleza salvaje, lo implacable y fascinante del Misterio, lo laberíntico del alma humana, la amistad, el espíritu de los árboles, la lealtad (eso que es contrario a cualquier tipo de formalismo, o de silencio acomodaticio, o de cobardía, o de pasividad). A la gente le molesta o le extraña que llore por esas cosas, pero es que me he sentido desde niña justo en el caso opuesto al que sucedió en Brasil. Me siento como un indio arrebatado de su selva, creciendo angustiada y extranjera entre hombres blancos europeos. Esto mosquea todavía más, la gente cree que nadie puede sentir así. Muchos piensan que la gente y la vida son simples y catalogables, son los que no creen en personas sino en funciones.



Alucinante la escena del viaje chamánico guiado por su espíritu animal paralelo (el mundo es un universo de infinitas correspondencias), que despierta dentro de uno al invocarle, tomando temporalmente las riendas de los sentidos y el cuerpo. Fundirse con él... Los sueños y sus mensajes, la magia de las pinturas rituales, la del grito y el sonido (ese inquietante canto-respiración de la tribu de los hombres feroces, uno de los sonidos más amenazantes y enervantes que pueden escucharse). La base de todo ello es querer ser consciente de nuestra propia vida, separando actitudes o decisiones causadas por el efecto del mundo sobre nosotros, más o menos doloroso, de aquello nuestro que siempre ha surgido espontáneamente, y por lo tanto actuar sobre ella, en lugar de soportarla ciega, pasivamente.


Las plantas sagradas se toman en momentos especiales, para tomar contacto con el lado espiritual donde residen las soluciones apropiadas a cada cual. Los sueños son respetados como otra manera de comunicarse con el lado sabio de la vida. En la tribu se cuentan los sueños y los personajes que salen en ellos llegan a ser conocidos por todos, parte de la ‘familia’ humana. Por eso el padre del niño, con el que ha soñado de vez en cuando a lo largo de su infancia, es conocido y respetado por el resto de la tribu. Y es la razón por la que no dispara la flecha de su arco (arriba foto), cuando siendo adolescente se encuentra con su padre en una cascada. De pronto le reconoce como un personaje de sus sueños y así vuelven a encontrarse después de muchos años. Sin embargo el chico sigue eligiendo su vida, con la tribu, aunque llega a visitar a su antigua ‘familia’, en otra escena en la que escala el edificio donde viven y entra por la terraza.



Es su propio padre el que toma conciencia de lo destructivo de su obra hidráulica, que destruirá selva y con ella animales y con ellos, indios y con ellos el alama del mundo. Las tribus se llaman a sí mismas con el nombre que las define. La tribu del chico son ‘los hombres invisibles’ porque con sus fascinantes pinturas se mimetizan por completo con los árboles de la selva. Y a los hombres blancos destructores de vida les llamas ‘Los termitas’. Invocando al espíritu de las ranas la tribu les incitará a croar fuertemente, porque eso invocará a su vez lluvia torrencial y la lluvia hará crecer la gran serpiente viva del río Amazonas y no existirá obra humana de ‘los termitas’ que resista su fiereza desatada.

Y las ranas cantarán... Pero entendiendo el mensaje, el ingeniero decide adelantarse al río y destruye su obra con sus propias manos, volando la presa. Liberador. Glorioso... Lo que se siente en ese momento es que ha triunfado el progreso de verdad.