viernes, 20 de septiembre de 2013

Septiembre con 'on the road' de Walter Salles, 'Mud' de Jeff Nichols y 'el barón rampante' de Italo Calvino


Por Tesa Vigal

En este mes fronterizo los libros y pelis que me han llamado la atención, o me han emocionado, tienen también curiosamente algo fronterizo.
Películas:

'On the road' de Walter Salles. Estuve a punto de no verla porque leí por ahí que no estaba a la altura del libro. No estoy de acuerdo. Sí es cierto que no alcanza la manera desquiciada de contar la historia de la irrepetible novela de Kerouac, pero es que una traslación de eso no se me ocurre qué director podría lograrla. Tampoco hace falta. Ya está el libro. Sin embargo sí que me transmitió el espíritu de la historia contándome otra con la misma trama. Si fuera un calco del libro ¿para qué repetir lo mismo?



El espíritu de la historia es una visión vital alternativa, la de los primeros beatniks de finales de los 40 y principios de los 50, que luego florecerían ampliamente en la revolución hippy de los 60, que sí cambió el mundo. No del todo. No todo lo que se deseaba. Pero tras los hippys la forma de vivir y encarar el amor y el sexo (libres), las orientaciones sexuales (sin etiquetas. Personas por favor), la música y el baile (sin convenciones, sin pasos aprendidos, baile de dentro hacia fuera y no al revés), las búsquedas de otras filosofías, de otras visiones espirituales (orientales, chamánicas de los indios...) se quedaron más o menos rebajadas o edulcoradas en el inconsciente colectivo. No así la exploración con drogas como búsquedas de ampliación de la consciencia (la obsesión por la salud actual, aunque se carezca de vida donde disfrutarla, barrió con eso demonizándolo de manera reduccionista). Supongo que es un tema demasiado complejo y sutil con consecuencias demasiado peligrosas si se usa mal y puede resultar comprensible su prevención. Tampoco se quedó el cuestionamiento de una vida en la que lo importante es lo espiritual y no lo material (donde el dinero es sólo un medio y no un fin. Se trabaja para vivir y no al revés.

Lo importante es la auto realización personal y no las propiedades materiales...). 
Sin embargo en este tiempo de banalización por la tiranía tecnológica supongo que sería más necesario que nunca volver a considerarlo.

Impresionante la escena del concierto de jazz, cuando todos (músicos y público) viven entregados a la pasión del momento, a la corriente paralela, otro mundo, otro nivel, desapareciendo a lo cotidiano y volando, volando en ese otro mundo al que puede llevarte la música si tienes suerte y estás en el momento adecuado. Casi se palpa el sudor, la torpeza de lo espontaneo, su grandeza, el 'arrebato' infantil puro, cuando el tiempo desaparece y un minuto puede durar toda una mañana (como diría el protagonista de la peli de Zulueta del mismo título), cuando se siente lo glorioso de la vida, terrible, misteriosa, plena...

Sus actores protagonistas volcando su aliento en la búsqueda, paso a paso, de la esencia del viaje en el que todos estamos desde que nacemos. La vida es un viaje y aunque lo olvidemos todo es movimiento, no existe la seguridad, y somos nómadas aunque no queramos, aunque nos pasemos toda una vida viviendo en el mismo lugar.

Hay una frase de los indios, creo que sioux, que dice: "la vida es un puente, crúzalo pero no construyas una casa encima".

'Tú y yo' de Bertolucci. Aunque su título en italiano: 'Io e te' ('yo y tú) no sé si es a propósito de la historia, o es que en italiano es correcto decirlo así. Si hay por ahí alguien italiano que me resuelva la duda.



Conmovedor que el viejo Bertolucci sólo lo sea en años. Y su alma siga viva, es decir joven. Que siga cuestionándose lo que todo ser humano debería seguir  cuestionándose, aunque también lo olvidemos. Esa infancia llena de tesoros, de libertad, de ideales. No creo que el crecer implique tirar la infancia por la ventana. Creo, más bien, que crecer significa añadir (como un árbol), no sustituir (creo que esto ya lo he dicho en alguna parte de este blog, si es así, siento repetirme, buscaré nuevas maneras de decirlo). Sumar lo cotidiano, la responsabilidad (al fin y al cabo esa es la consecuencia de toda auténtica libertad), la lógica, lo práctico, a lo que debe permanecer: los sueños, la flexibilidad, la inquietud, la apertura, lo lúdico...

En esta historia un adolescente de catorce años decide pasar una semana escondido en el sótano de su casa en lugar de ir a la excursión de su colegio y aprovechando el dinero que costaba. Quiere hacer algo inusitado porque quiere mover ficha en el tablero de la vida y ver cómo la vida le responde. Me recuerda al protagonista de la maravillosa novela de Auster 'El palacio de la luna'. 

Allí se encontrará con otra persona en un momento fronterizo, su hermanastra de 16. Y esa canción maravillosa de Bowie en una escena (en italiano) y al final la versión original en los títulos de crédito).

'Mud', de Jeff Nichols, me recordó al espíritu libre de ciertos libros de Mark Twain. Historia de río y sus cabañas y barquitos, apenas balsas, flotantes. De un vagabundo al que conocen dos adolescentes, que le ayudan porque la motivación y el pasado y presente de ese curioso y atractivo personaje es el amor. El amor por una chica, aún sabiendo que no podrá acompañarle en su vida azarosa, de fugitivo, de nómada, aunque su corazón le siga siempre. Película sobria, emocionante, melancólica, habitada por gente muy pobre en dinero pero muy rica en espíritu y humanidad.

'Cruce de caminos' (el título que le han puesto aquí a 'the place beyond the pines'), de Derek Cianfrance, el mismo director de la impresionante 'Blue Valentine' de la que ya he hablado en este blog. Para mí esta no llega a su altura, hay momentos que los sentí como desinflados, o deslavazados. Pero sigue respirando la misma necesidad imperiosa de descubrir qué es lo que se agita en la vida, que se esconde por debajo y más allá de ella.



En esta historia no es a partir del deterioro de una relación amorosa como en 'blue...', sino a partir del destino que de pronto aparece o desaparece haciéndonos dudar de su existencia, o nos conmociona por su presencia repentinamente intensa. La sensación de que somos parte de una interminable cadena de seres humanos, con infinitas ramificaciones, que finalmente queda como algo escurridizo, apasionante, con olor a significado aunque no lo logremos concretar, y con todos los integrantes (nosotros) olvidados en poco tiempo. Ni todo es innato ni todo es aprendido por nuestras circunstancias. Sería demasiado sencillo, pero creo que es mucho más complicado. Una mezcla personal e intransferible, de todo ello. Encuentros en el camino. Padres e hijos. El que muere y el que mata. La culpa y la responsabilidad, las consecuencias de la libertad. Se quiera o no aceptarlas. El acercamiento de los hijos sin saber que sus padres respectivos también fueron reunidos por la casualidad. Y su atmósfera de historia escrita antes de escribirla, de sentidos misteriosos,  de melancolía ante todo lo cotidiano que se nos escapa. 
Libros:

'La casa redonda', de Louise Erdrich, descendiente actual de indios y alemanes. Historia a finales de los ochenta en una reserva india. Chavales de 13 años que van por ahí con su bici y les apasiona 'la guerra de las galaxias'. El despojo del alma india en una reserva y su renacimiento constante por cualquier resquicio. Aunque sea, como en este caso, a partir de la violación de una de las madres de los chavales. Atmósfera contradictoria, poética. De un relieve fantasmal lo cotidiano, de una sutileza concreta las emociones. Los hechos complejos, tan laberínticos como la propia alma. 

'El barón rampante', de Italo Calvino, con su apasionada rebeldía. Sobre la libertad siguiendo hasta el final nuestro propio camino. En este caso el chaval de 12 años que se rebela ante su familia (en la Italia del siglo XVIII) y se sube a un árbol y allí, en las copas y ramas de los bosques, permanece viviendo hasta su muerte. Delicioso libro, insólito, aventurero, divertido, apasionado, repleto de flecos que seguir. Vivir en los árboles no implica separarse de la tierra, sino al revés, estar en contacto íntimo con ella. Leyendo, cazando, amando, explorando, escribiendo, apagando fuegos, luchando con piratas, redactando libelos revolucionarios o haciéndose amigo de las ardillas. 



Al acabar de leerlo tuve la fuerte impresión de que la mayor parte de nuestra vida no nos la tomamos en serio. La dejamos escapar con cientos de pretextos. El protagonista de esta historia no. Y para ello no hace falta subirse a los árboles, (a no ser que en el fondo te guste hacerlo). Supongo que sería suficiente con vivir lo importante y diferenciarlo de todo lo demás. Nada menos.