Por Tesa Vigal Una fiesta, como el amor, tiene que ser libre. Si surge de una obligación deja de serlo y se convierte en violencia contra nosotros mismos. Algunos lo ven normal, o ni siquiera lo ven. Otros, como yo misma, tratamos de desentrañar su tramposo mecanismo para que triunfe el corazón y la libertad. Esa es la base de las amistades auténticas, de cualquier grado o intensidad. Estoy en ello, no siempre es fácil, el miedo de ser rechazada abre su boca hambrienta desde la más oscura infancia. Y sin embargo, no tiene sentido. ¿A quién rechazan o a quién quieren si me quedo escondida detrás de un formalismo, de una función, de una etiqueta?
Investigando jaulas, preguntas al viento:
El motivo de comprar regalos para gente con la que no existe auténtico afecto. ¿Qué se quiere comprar?
¿De dónde sale la obligación de ir a casas a las que no se quiere ir? Habría que probar la liberación de la claridad para todo el mundo si dejamos de hacer eso.
La penosa insistencia de relacionarse con funciones en lugar de con personas. Este juego perverso de incomunicación es mucho más frecuente con la familia, donde en teoría tendría que existir la mayor confianza (Ya sé que eso también existe, algunos tienen suerte).
Un gesto de cariño hacia alguien puede ser una visita, en mi caso movida por el afecto, la comprensión, la compasión... Pero eso nunca debe convertirse en costumbre y mucho menos en el malentendido que confunde un gesto (dar lo que podemos dar con gusto y libremente) con la obligación de dar a esa persona todo lo que nos pida, porque sino nos sentimos culpables y/o la persona en cuestión puede esgrimir el chantaje emocional típico mencionando todo lo que sufre.
Cada uno de nosotros somos los que tenemos que solucionar nuestro dolor. Nadie puede hacerlo en nuestro lugar, sólo consolarnos o apoyarnos más o menos. Si insistimos en pedírselo a alguien lo único que logramos es colocar una carga ajena en sus hombros. Mal rollo. Mal rollo. Incomunicación.
¿Qué tal si de pronto un año celebramos la nochebuena, o la nochevieja, o la noche de reyes sólo con amigos auténticos? El mundo sería no sólo más humano, como dice la canción, sino más claro, más amoroso, más comunicado, más libre.
La libertad da miedo porque supone conocernos a nosotros mismos y luego conocer a los demás (intentarlo, ya sé que es muy difícil) pasando de las jodidas etiquetas de las narices. Supone ser consciente de nuestros límites, defectos, dones, virtudes, miedos... Uuuhhh. Menos mal que empiezo a reírme un poquito.
Feliz año nuevo, a mí misma y los demás, lo que quiere decir año diferente, claro, valiente, libre, siguiendo cada uno nuestro camino con corazón.
“Todo el
mundo está encarrilado y yo en cambio sigo dando vueltas". "Un sueño
infantil es una necesidad inmortal". Y una frase reciente: "Estoy
observando los barcos, estoy estudiando el polvo, estoy pintando la ciudad,
dando mi última vuelta".
Robert Zimmerman- Minnesota 24 mayo 1941.
Alias: Prestidigitador, vagabundo, colgado,
traidor, leyenda, cínico, estrella, baluarte, camaleón, impenetrable, jugador,
bufón, introvertido, vividor, profesional, loco, monje, crápula, mil caras... En
realidad le han llamado bastantes más cosas por el afán de la gente de
etiquetar lo que sea y a todo el mundo. Es significativo que Dylan se escurra
siempre de todo tipo de calificativo: tiene algo inclasificable y límites que
nunca se acaban. A cada nueva lectura saltan como pulgas nuevos e insospechados
matices, sugerencias, asociaciones.
Poeta, aunque ciertos popes del mundillo
literario del siglo XX nieguen al juglar, por supuesto sin haberle leído aunque,
afortunadamente, hay escritores que le conocen y le admiran. Supongo que, con
los primeros, funciona el prejuicio que considera al rock algo poco serio.
Claro que las traducciones existentes de Dylan suelen ser malísimas, entre
otras cosas porque no las hacen traductores literarios, y eso que la poesía es,
precisamente, lo más difícil de traducir. Pero esto es lo curioso y sorprendente. Aún con
malas traducciones la potencia, originalidad, sutilidad, imaginación y
profundidad de sus letras, (en sus varias facetas sencilla o surrealista,
visionaria o concreta, onírica o cotidiana, lírica o furiosa), sorprende,
impresiona, fascina o inquieta.
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En el año 2007, Tod Haynnes hizo una película
sobre sus lados y facetas: I'm not there ("No estoy ahí"). Es una
peli curiosa y original como todas las de Haynnes, aunque creo que le ha salido
fallida, irregular. Aún así es muy interesante y tiene momentos fascinantes. Y es que, justamente, su variedad de facetas es
lo que más llama la atención de Dylan. Alguien muy rico interiormente y que,
además, es un artista laberíntico surgido en una época de transformación social
y cultural como fueron los 60, así que enseguida le pusieron una bandera en la
mano (algo que Dylan, según propias declaraciones, nunca quiso llevar), haciéndole suyo y
exclusivo. Había gente que se subía al tejado de su casa y otros que acampaban
frente a ella. Dylan comenta sobre aquellos momentos: "Comenzaron a
destrozarme... Me asediaban, preguntándome cosas que yo no sabía y esperando
respuestas que les confirmasen que yo era algo grande". Si se apartaba
de su campo y además vivía otros le llamaban traidor. Esto también se refleja
en el documental de Scorsese "Not Direction home", con imágenes en
vivo de la época. Dos conciertos en los que le abuchean y le insultan porque
toca la guitarra eléctrica en vez de la acústica. En uno de ellos un tipo
furioso trata de cortar un cable en el escenario. En el otro, alguien le grita
traidor en medio del abucheo. En ese momento Dylan deja de tocar, mira hacia la
voz y le responde "no te creo". Hubo otro revuelo en la época en que
fue cristiano (periodo aproximado 1980-83), tocando en discretas reuniones
parroquiales, pero para entonces ya no era una estrella y su repercusión había
dejado de ser la delirante de los años 70.
Siempre ha rehuido, salvo contadas excepciones,
las entrevistas. Sin embargo existen multitud de comentarios espontáneos sobre
la marcha, en diversas circunstancias, hablando con amigos, en comentarios en
medio de una gira, grabando algún disco, o en medio de algún proyecto. Por
ejemplo: "Quien no está ocupado viviendo está ocupado muriendo". En la peli de Haynnes, las diversas facetas
están interpretadas por distintos actores. Entre los principales Heath Ledger
como el Dylan acústico-folk de los primeros tiempos, Christian Bale el de la
época cristiana, Richard Gere es el Dylan agreste, viviendo en el campo rodeado
de caballos, de los últimos tiempos. También aparece el niño negro vagabundo
tocador de blues, y el poeta ¿maldito?, aunque no conozco a los dos actores que
los interpretan respectivamente. Punto y aparte es la inquietante y sublime
Cate Blanchett interpretando su época desquiciada de estrella de rock (ganó por
este papel el globo de oro y fue nominada al oscar).
En fin, esto de ver etiquetas en vez de a una
persona es mala cosa y crea muchos malentendidos. A nivel de relaciones
sociales, incluso suele surgir incomprensión entre alguien de muchas facetas y
gustos varios y alguien más unilateral que no logra entender al primero. Cosas
del tipo de "Si te gusta Leonard Cohen no pueden gustarte los tambores
africanos o el punk", o "Si te gusta Blake no puede gustarte Kerouac
"...
Directa o indirectamente su influencia es
variopinta, sorprendente y casi infinita.
Entre sus libros destacan la inclasificable
"Tarántula", a modo de novela, de 1971. Y "Crónicas I"
publicado hace pocos años, a modo de apuntes biográficos-artísticos, esto es
hablando de anécdotas internas y externas de su proceso creativo. Fascinante
inmersión en el interior de sus motivaciones.
Dirigió la película "Reinaldo y
Clara", en los 70, de cuatro horas de duración, distribuida finalmente en
una versión de dos horas. Y como actor ha participado en varias películas.
Destacan "Pat Garrett & Billy el niño" de Sam Peckinpah, y
"Corazones de fuego" de Richard Marquand que sólo se estrenó en
Inglaterra.
No ha dejado de grabar discos y sus actuaciones
y giras en directo han sido casi continuas. (A la izquierda foto de un concierto con la mítica the band). Yo le he visto en directo dos veces. Las dos me dejaron
asombrada porque en sus actuaciones no reproduce sus discos; los vuelve a
crear, hasta el punto de que sus canciones más famosas son irreconocibles. Está
claro que disfruta tocando "en vivo". Nunca esa expresión me pareció
que tenía un alcance más profundo que con él. Suscribo las palabras de Jordi
Sierra en su biografía, hablando de que el "Dylan de siempre" no
existe: "Nunca lo ha hecho. Sus reglas de juego son otras: mirar hacia
delante, seguir los impulsos intuitivos, dejar la nostalgia y la
auto complacencia para otros"
Durante un invierno en Alemania hace mucho
tiempo, junto a una amiga auténtica que estudiaba allí, escuchamos tanto el
disco de "Highway 61 revisited" que se jodió la cinta. Por entonces
admiraba unas pocas de sus letras. Ha sido hace poco, a través de la
recomendación de un amigo de su penúltimo disco, cuando fuí consciente de
cuánto me atrapaba su música y, sobre todo, me quedé deslumbrada por sus
letras. En fin, me ocurrió lo contrario de la decepción por viejos gustos. Fue
un redescubrimiento inesperado, porque tenía a Dylan medio olvidado.
Él mismo condensa su vida en forma de
poema-crónica. No tiene desperdicio. Se puede leer entera en la interesante
página www.goddylan.com Se titula "Mi vida en
un momento robado", y entresaco algunos curiosos versos significativos:
"Hibbing es una buena ciudad,/ huí de ella a los 10, 12, 13, 15 y medio,
17 y 18 años/ fuí capturado y devuelto allí todas las veces menos una(...) Me
expulsaron de la clase de inglés por escribir tacos(...) También fracasé en la
clase de comunicación por llamar por teléfono/ cada día para decir que no podía
ir(...) / Fui bailando todo el camino desde los festivales indios de Gallup/
Nuevo Méjico, el Mardi Grass de Nueva Orleans/ con el pulgar al viento, ojos
adormecidos, el sombrero vuelto/ y la cabeza dándome vueltas/ vagué a la deriva
aprendiendo nuevas lecciones/me fabriqué mi propia depresión,/ subí a trenes de
carga por divertirme/y fui aporreado por diversión./ Corté césped por
veinticinco centavos/ y canté por diez (...)/ en algún lugar me tomé el tiempo
necesario/ para empezar a tocar la guitarra(...)/Y aún no puedo encontrar
tiempo para regresar y ver por qué y dónde/ empecé a hacer lo que estoy
haciendo(...)/
De él opina casi todo el mundo. Lennon reconoció
que el primer peta se lo pasó Dylan. "Es un pozo sin fondo" (Lou
Reed)-"Si Elvis liberó mi cuerpo, Dylan liberó mi mente" (Bruce
Springsteen). (Abajo foto de los últimos tiempos)
Hacia los 13 años es un asiduo visitante de la tienda
de discos. Le gusta la música negra y le impresiona profundamente la irrupción
del rock en esa década de los 50. Rock es lo primero que tocó. Y a los 20 años
llega a Nueva York... Pero para su vida existen montones de libros. Cualquiera
puede valer para conocer datos. Sólo hay que tener especial prudencia para
dejar aparte las interpretaciones de los mismos; en el caso de Dylan son
especialmente emotivas en un sentido o en otro.
POEMAS-LETRAS
"Yo
veía cosas que otros no veían. Eso lo he sentido toda la vida, lo he captado a
mi alrededor. Y no es fácil, es terrible. Los demás se ríen".
Hace un par de meses, redescubrí sus letras a
partir de los versos citados en un libro que me salió al paso, y me llamó la
atención por el subtítulo (años de luces y sombras) que coincidía con un
periodo crítico (años 80) en su vida. Paul Williams cuenta en su libro que en
ese momento Dylan miraba sus antiguas canciones y se preguntaba sobre su
sentido, sin poder tocarlas en el escenario "¿Qué es todo
esto?", le oían murmurar los músicos,negándose a citarse a sí
mismo. Hasta que de pronto, en medio de una actuación con la banda de Tom
Petty, en 1987, al aire libre y rodeados de niebla y viento, el propio Dylan
cuenta que una frase cruzó su cabeza: "Estoy decidido a resistir, tanto si Dios me libra como si no. Y
de pronto todo estalló en todas direcciones. Y noté que toda la gente que
estaba allí... Supe que tengo que salir a tocar estas canciones. Eso es lo que
debo hacer".
De ahí pasé a leer varios de los libros de sus
letras y me reencontré con algunas. Algunas son historias condensadas en
escenas. Por ejemplo en "Ballad of Hollis Brown": "Tus críos lloran más
fuerte,/machacando tu cerebro./ Los lamentos de tu mujer apuñalan/como sucia y
violenta tempestad./ Tu pasto se ennegrece, no hay agua en tu manantial (...)/
Tu cerebro es una sangría/ y tus piernas no pueden permanecer en reposo (...)/
Siete murmullos forman un soplo/ alrededor de la puerta de la cabaña".
Otras son líricas. Y otras son las que más
incomunicación generaron en algunos por oníricas, o surrealistas y a un icono y
un baluarte se le exige una explicación. Para él las canciones son una
experiencia: "... tratar de entender el significado completo de las palabras puede
destruir el sentimiento de la experiencia como un todo". "La canción,
sin embargo, ya estaba ahí antes. Yo sólo la he recogido. Sólo fui hasta el
lugar en que estaba y la arrastré con mi mano y mi pluma, pero seguía estando
ahí antes de que yo llegase".
La impresión que producen sus versos,
especialmente los más visionarios, es la de una sed irreductible tratando de
devorar al mundo entero incluyendo la nada. De ahí ese desfile portentoso en el
que aparecen titiriteros, Einstein, Ezra Pound y T.S. Eliot luchando en la
torre del capitán, cucharas de plata, Cenicienta, miradas mercuriales,
antorchas, visiones de Johanna, enigmáticos payasos, monjes celosos, tuberías
de desagüe... Son como invocaciones de la atmósfera de un momento entero en
seis dimensiones y siete sentidos, con imágenes encadenadas de potente relieve.
Así empieza "It's alright, ma (I'm only
bleeding) (Está bien, ma sólo estoy sangrando): "Oscuridad
al romper el mediodía/ ensombrece hasta la cuchara de plata/ la cuchilla
artesana, el globo del niño/Eclipse de sol y luna/ supiste demasiado pronto/
que no tiene sentido tratar de entender".
De "Mr.Tambourine man" (señor
panderetero): "¡Eh,
señor panderetero! Cántame una canción (...)/ Soy una antorcha erguida,/ no
conozco a nadie/ y las antiguas calles vacías están demasiado muertas para
soñar(...)/ Hazme desaparecer a través de los anillos brumosos de mi mente;/
hazme caer en las ruinas nebulosas del tiempo, más allá de las hojas heladas/ de
los árboles fantasmales, de la costa borrascosa;/ lejos del sinuoso alcance de
la pena enloquecida./ Sí, danzar bajo el cielo diamantino, trazando con la mano
ondas delirantes,/ silueteado por el mar, rodeado por un circo de arena./ Toda
memoria y destino posados bajo las olas./ Déjame que hasta mañana, me olvide
del presente".
"Tomorrow
is a long time": "Si el
día de hoy no fuera un camino sin final;/ si esta noche no fuera una senda quebrada;/
si mañana no fuera demasiado tarde,/ la soledad no significaría nada para
ti".
En "Atascado en Mobile con los blues de
Menphis otra vez", aparece:
"Shakespeare está en el callejón/ con sus zapatos de puntera y sus
cascabeles/ hablando con una francesa/ que dice conocerme bien".
Y este es el principio de "Sad-eyes lady of
the lowlands" (‘Dama de los ojos tristes de las tierras altas’): "Con
tu boca mercurial en los tiempos misioneros,/ y tus ojos como humo y tus
plegarias como rimas,/ y tu cruz de plata, y tu voz como campanas,/¿cuál de
ellos podría enterrarte?/ Con tus bolsillos bien protegidos por fin/ y tus visiones
tranviarias que colocas sobre la hierba/ y tu carne como seda, y tu rostro como
cristal,/ ¿cuál de ellos podría llevarte consigo?/ Señora de ojos tristes de
las tierras bajas,/ donde el profeta de ojos tristes dice que ningún hombre
llega,/ mis ojos de almacén, mis tambores árabes,/ ¿debiera dejarlos junto a tu
puerta?".
Y, por último, estrofa y media de "Donde
caen las lágrimas": "He
rasgado mis ropas y he apurado la copa,/ descartándolo todo,/ pensando en ti
cuando amanece/ donde caen las lágrimas./ Por ríos de ceguera,/ enamorados y
con cariño,/ podríamos brindar si nos encontráramos,/ por el corte de las
alambradas,/ por el despertar de los sentidos/ que persisten en el calor
abrasador".
Se encuentran traducciones de casi todos sus
discos en internet, menos de los últimos. Publicado existe un libro
recopilatorio de todas sus letras hasta el 2001 (de nuevo faltan los últimos),
lo que significa un libro enorme del que no recuerdo la editorial, lo vi hace
poco en alguna librería. Y luego están las traducciones por épocas de la
editorial Fundamentos. En cuanto a biografías y demás son recomendables
cualquiera de los libros de Paul Williams, aunque él se centra en conciertos y
grabaciones más que en otra cosa. Orientativ y sugerente, además de
proporcionar datos fundamentales, el librito conjunto de Jordi Sierra y
Jordi... (son dos Jordi, pero siento haber olvidado el apellido del segundo, lo
siento) actualizado recientemente de una vieja edición de los setenta.
Para acabar unos versos finales de “Born in time”
(‘nacidos a la vez’):
“En las colinas del
misterio, / en la brumosa red del destino,/ puedes quedarte con lo que quede de
mí”.
Hace poco he vuelto a verla en el
cine Bellas artes. Y como es una película que me emociona, me resultó doloroso
que a la gente que me acompañaba no le gustara nada. Me sentí rechazada porque
rechazaban ese lado mío, cosa que no hubiera ocurrido si la película no hubiera
sido tan personal para mí.
También traté de explicar que no se trataba de que ellos
o yo la “entendieran” y los demás no. El arte no se tiene que “entender”,
aunque es interesante conocer si es posible la visión del artista. Se trata del
efecto sobre cada espectador, o lector, todos igual de valiosos porque las
diferencias no implican para mí jerarquías, son sólo diferencias. Lo que me
interesa es comprender todo lo que pueda cada diferente visión, aunque no la
comparta y que se entienda la mía por muy distinta que sea. Ya sé que es
difícil, pero sólo el intento ya genera debates interesantes. Lo malo es cuando
domina la incomunicación y se descalifica emocionalmente algo que no
compartimos.
Lo que viene a continuación es,
por lo tanto, mi visión personal sobre la película, lo que a mí me sugiere y
las muchas emociones que me produce.
A mi modo de ver es una película
tan profundamente original (es decir no sólo en su apariencia) que a pesar de
algunas irregularidades o fallos, como por ejemplo su plano final, que pierde
el intenso sentido que tenía toda la escena, como si Zulueta no supiera como
rematarla, es tanta la intensidad y urgencia del tema tratado (¿la naturaleza
de lo creativo…?) que puede con todo lo demás. Y lo perdono y lo rescato porque
esa torpeza infantil me trasmite vulnerabilidad, imaginación, hondo buceo, como
si el mismo Pedro (interpretado de manera única por Will More, un personaje de la Malasaña de la época, de
quien la leyenda cuenta que murió o simplemente desapareció…) y su ludismo
desatado, fuese el autor de esta historia.
Ese remitir constante a una historia
dentro de otra, a un tipo de experiencia dentro de otra, ya es por sí mismo
significativo del efecto y el motor de esta historia tan singular.
Un director de cine, en crisis
personal y creativa, recibe un paquete que contiene una película y una cinta
con la voz de un conocido a quien hace tiempo que no ve. Un chico obsesionado
con el cine, mejor dicho con la creación. La esencia de lo creativo, o como él
lo llama "la pausa".
En el primer encuentro pregunta al
director qué sabe sobre la pausa y ante la expresión interrogativa del otro, y
enseñándole un álbum de cromos, le explica que se refiere al instante eterno en que uno se arrebata,
desaparece... A esos momentos, frecuentes en la infancia, en que mirando un
cromo puede pasar una mañana entera, la eternidad, porque uno está arrebatado.
Pero añade cerrando el álbum: "Bueno, pues nada de recuerditos. Aquí y
ahora".
Este es el origen y la meta de
esta insólita película que fascina bordeando lo hipnótico: la esencia de lo
creativo. Porque cuando se crea se desaparece y el mundo que está siendo
invocado se materializa. Uno se conecta a no sé sabe qué y se convierte en un
mero instrumento.
Me parece que no sólo es una
reflexión, pues sólo con la mente no
se crea, sino pasión y conexión con el inconsciente, personal y/o colectivo.
Pues es de allí de donde surge el arrebato, la inspiración. Creo que el arte no
habla de los datos de la vida (de eso se ocupa el periodismo) sino que bucea en
su esencia. Recuerdo una frase de Henry Miller hablando sobre la poesía, en
concreto respondiendo a la idea limitada que algunos tienen de la poesía como
algo que vuelve más “bonita” la realidad: “La poesía no sólo no desvirtúa la
realidad sino que habla de su esencia”.
Hay un paralelismo con la
posesión, y con el arrebato provocado por las drogas y aquí viene al pelo una
frase de Artaud: "El cine tiene, sobre todo, la virtud de un veneno
directo, una inyección subcutánea de morfina. Por todo esto, el objeto del film
no puede ser inferior a su poder de acción, y debe participar de lo maravilloso".
Y como con las drogas, presentes en la película, en el arte se sustituye una
realidad por otra, sólo que en el arte esa realidad es una verdad mucho más
profunda. Como decía Orson Welles: "El arte es una mentira que sirve para
contar la verdad".
Y hay una cámara rebelde y
devoradora, que se pone en marcha cuando quiere, perfecto paralelismo con la
inspiración. Y esa cámara interactúa también con lo que filma, que aparte de
ser algo vivo (cada vez más fotogramas en rojo en la película que recibe en el
paquete) es algo que adquiere vida propia que empieza a relacionarse con su
creador. Como en "Remando al viento" de Gonzalo Suárez donde la
criatura creada-invocada (Frankenstein) no sólo se relaciona con su creador
dentro de la propia obra (allí una novela) sino fuera de ella, en la vida del
artista. La nueva realidad se materializa primero en el interior del artista y
luego en el exterior. Trance, el otro lado del espejo...Por cierto este director español tiene una
frase que recuerda a la anterior citada de Orson Welles: “Prefiero crear
mentiras de verdad que verdades de mentira”.
La condición, la actitud del
artista me recuerda a la de un místico, un chamán, o un mago. Todos ellos son
profundamente espirituales (que no religiosos, pues la religión institucionalizada
es opuesta a lo espiritual). Y crear no es tener ni pensar en algo, es ser, es
invocar. Y sólo se es desapareciendo, dejándose hacer. Crear es dejar
materializarse al mundo que quiere surgir y ese mágico proceso es lo que lo
convierte en algo excepcional, independientemente de su tema, incluso cuando
éste es en apariencia cotidiano, porque crear es una viaje transdimensional.
Para mí eso es lo que diferencia
al arte de cualquier otra expresión. Se me ocurre otra frase de Truman Capote: “Entre
la gente que escribe, están los escritores y están los artistas”. Muchos
confunden los términos porque no sienten la diferencia y no la sienten porque
hace mucho tiempo que algo les arrebató. Pedro, el personaje poseído detonador
de esta historia, hubiera dicho: “no vuelan”.
La obra artística tiene ese
efecto: arrebata a sus receptores igual que a su creador, pero no en todos
provoca esa reacción, se tiene que conservar esa cualidad infantil y no todos
la mantienen activa, ni todos los momentos son propicios, aunque de forma más o
menos indirecta, todos la añoramos.
Película inolvidable. El arte me
parece cosa de viajeros, no de turistas.
Por Tesa Vigal Lo digo a propósito de la respuesta que le di a un amigo metido en la campaña electoral de un grupo verde. La pregunta que le hice (¿en qué se diferenciaba su partido de otros afines?) estaba dirigida de persona a persona, pero no me respondió él, sino el discurso de su grupo. Eslóganes marcados en negrita en su texto del correo. Por ejemplo, una frase tan retórica como "hace falta nuestra voz". El comentario que me sugiere es que eso lo dicen todos, igual que el creyente de una religión que afirma, con una ingenuidad alucinante, que la suya es la verdadera. (La foto es de la película Blade runner, el portentoso "replicante" que habla con sus gestos y palabras de en qué consiste ser un ser humano. Aunque la respuesta es la actitud y siempre flotará en el viento, como diría Dylan).
Por supuesto es maravilloso y necesario creer y amar lo que se hace, creer en la propia postura vital, pero sin perder de vista que pertenece al mismo ramillete emocional que los gustos personales (aunque a veces también son esgrimidos como verdad absoluta). A mi modo de ver lo importante de compartir nuestras ideas es una meta aplicada al ser humano, con sentido vital que no abstracto, actitud abierta y cuestionadora, sin llegar a fijarlas nunca en un discurso, porque si se llega a ese punto como grupo sería la misma actitud de una persona que se cita a sí misma, en lugar de dejar salir su voz de ese instante. Creo que ahí radica el tema del que trato de hablar. La comunicación siempre de persona a persona, mirando hacia dentro antes de abrir la boca y actuar, esperando que surja en ese momento nuestro corazón y nuestra mente, sin dar nada por supuesto, a nosotros mismos tampoco. Supongo que esto será difícil de aplicar en un partido político, o un grupo religioso, ya que su misma existencia se debe a unas ideas básicas, pero el error radica para mí en considerar esa base inmutable y "citable" una y otra vez. Sobre todo cuando se trata de aplicaciones concretas, por ejemplo encarnadas en leyes. Deberían siempre tener en cuenta que las leyes están hechas al servicio del ser humano y no al revés. Encajar en un grupo tiene el peligro de encajonarse en él. A mi amigo le respondí simplemente que la política que sonaba a política no me interesaba, pero no traté de explicarlo. Estas líneas son un torpe intento de hacerlo. Y aquí ando, explorando y cuestionando, siempre buscando respuestas que no encuentro. Será, quizás, porque la vida es movimiento constante y el fondo del corazón humano está mas lejos que el fin del mundo (como diría un viejo dicho vikingo). El caso es que cuanto más me pregunto más preguntas surgen. Será por eso que siempre he evitado pertenecer a un grupo, aunque fuera afín a mí lo siento ajeno y en dirección contraria a la libertad. Y puede que sea la razón de mi apuesta por el arte y los sueños, como forma de aprender a vivir en incesante exploración, aunque si llega el caso puedo sacar mi vertiente práctica y votar en algunos momentos, pero teniendo presente sus limitaciones y las mías. Lo del camino del arte viene porque lo importante no es lo que sucede sino cómo se vive.
“Todo auténtico poema está escrito en quinta dimensión” (Robert Graves)
“El arte es el presentimiento del infinito” (Hoffman)
A modo de invocación para empezar este blog, y con el mejor de mis besos, un artículo sobre Rimbaud, uno de mis poetas favoritos.
Pero mucho me temo que las dos citas que abren este texto, suenen a chino a la gente que confunde arte con periodismo. Escandalicen a los que confunden arte con costumbrismo, aferrándose a lo aparente y superficial de la vida. Y hagan enarcar una ceja a los estilistas que confunden arte con forma y pura técnica.
Un libro puede estar correctamente escrito y no ser arte. Y puede tener un estilo insólito, alambicado o “provocador” y ser pura mierda. La clave está en si debajo de eso hay vida o está el vacío.
También suele confundirse lo simple con lo sencillo, para defender un tipo de libros planos cuyo estilo se defiende por lo fácil y accesible de leer. Se olvida en este caso que un estilo puede ser sencillo (ahora mismo se me ocurre el caso de Carver) pero si es arte siempre será profundo, con atmósfera y relieve.
Y no se trata de elitismo. Como decía Henry Miller en su fascinante y pequeño libro sobre la poesía, basándose en la figura de Rimbaud (“El tiempo de los asesinos”), la poesía, el arte, no tiene que ver con erudición sino con sensibilidad. Y en efecto hay libros magníficos y memorables que sin embargo han tenido una enorme difusión y ventas (que yo recuerde, por ejemplo, Fitzgerald, García Márquez, Auster, Murakami, Antonio Machado, Allan Poe…). En fin, también me viene ahora la distinción fundamental que hacía Truman Capote entre la gente que escribe: escritores o artistas.
Puede que en estos tiempos la sensibilidad esté embotada y ese proceso empezó precisamente en el siglo XIX, el de Rimbaud. Él sufrió por ello y por ello dejó de escribir a los 20 años. Si la poesía no servía para cambiar la vida, para estremecer y arañar el alma y la piel no merecía la pena escribir. El alma, no sólo la mente, no sólo el corazón. El sustrato más profundo y esencial del ser humano, como quiera que se le llame.
Porque es desde ese sustrato desde donde surge el arte, desde donde se escribe. De ahí la importancia esencial del lenguaje empleado. No como una diarrea mental de florituras o retóricas sino como el uso exacto de símbolos, la base de las creaciones artísticas de todo ser humano por las noches: sus sueños. De ahí su rotunda intensidad. Eso es lo que crea la atmósfera al invocar mundos completos, vivos.
El hecho es que la poesía no volvió a ser igual después de Rimbaud. Hasta el punto de que acabó empapando la vida. Como un hilo conductor, invisible al principio, que desembocó en todos los movimientos culturales y sociales del siglo XX que exploraban nuevas formas de vivir (surrealistas, dadaístas, jóvenes beatniks, rockeros, hipys…). El sueño de Rimbaud se cumplió y, lo que es mejor, todavía está en ello. Su influencia en músicos de especial calado sigue siendo evidente. Algunos tan importantes como Bob Dylan o Patty Smith. Esta última no sólo lo reconoce a la hora de componer sino que ha recitado los poemas de Rimbaud de vez en cuando (hace poco en Madrid en La Casa Encendida).
Y como en los sueños la meta y el camino del arte es la exploración de la esencia de la vida. Más allá del espacio y el tiempo, allí de donde surge lo lúdico y la entrega, el inconsciente, la imaginación, el misterio, el asombro, lo trascendente, la sed…Esa sed de trascendencia que ni siquiera se conforma con algunas de sus manifestaciones. En palabras de Rimbaud: “Ni leyendas ni mitos apagan mi sed”.
Una temporada en el infierno
Por eso cuando esa exploración es auténtica, imperativa y necesaria, la obra de un artista está unida de manera íntima con su propia vida personal. Y el caso de Rimbaud (Charleville, Francia 1854-1891) es uno de esos ejemplos. Para conocer sus datos y hechos hay montones de libros. Resumiendo se podría decir que era un chico muy rebelde que empezó a escribir a los 16 años, vagabundeó por Europa, participó en la comuna de París, tuvo una famosa y loca relación amorosa con el poeta Verlaine, dejó de escribir a los 20 años, se fue a vivir a África donde se dedicó a todo tipo de actividades políticamente incorrectas y desesperadas, entre otras el tráfico de armas, y volvió a Europa muy enfermo para morir a los pocos meses, con 37 años.
Para conocer su periplo vital interior, recomiendo el fascinante libro ya citado de Henry Miller: “El tiempo de los asesinos”, del que ya se habló en esta revista en el número 6. En él se habla de la visión de Rimbaud de la poesía, algo trascendente, oracular, visionario… En lo que coincide con otros poetas como Hördelin y Blake entre otros. Y cómo eso marcó toda su vida, o la sostuvo. De manera clara y directa hasta que dejó de escribir. De manera oculta y desesperada, indirecta y contradictoria cuando dejó de hacerlo. Si la poesía no existía realmente, es que todo era mentira y lo sublime era una maldición torturadora. Y si eso es así nada importaba. Por ejemplo que un sensible poeta se dedique al tráfico de armas. Devolver al mundo la bofetada de una desoladora decepción. En ese sentido veo el principio de su libro de prosa poética Una temporada en el infierno: “En otros tiempos, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones y en el que se derramaban todos los vinos.
Una noche senté a la belleza sobre mis rodillas –Y la encontré amarga- Y la injurié.
Me fugué. ¡Oh brujas, oh miseria, oh odio!. Fue a vosotros que confié mi tesoro.”
Y Henry Miller también da su particular e interesante visión de los últimos momentos de su vida. El que busca lo trascendente no puede conformarse con el dios de cualquier religión. Es más, lo encontrará anti espiritual por su dogmatismo y moralinas, sus amenazas y crueldad. Una pequeña jaula de imposiciones donde encerrar a la conciencia de un ser humano, pisoteando su libertad. Y sin embargo lo que se cuenta es lo que contó su católica hermana, tras mandarle a un cura a su habitación poco antes de morir. Dada la rebeldía e irreverencia de su hermano se temía lo peor, por eso le asombró que su hermano hablara con el cura. Y dada la visión estrecha que ella tenía de lo religioso interpretó ese hecho y el comentario perplejo y asombrado del cura, en el sentido de que su hermano se habría convertido o algo parecido.Y así lo reflejan sus biografías, que en ese tema tienen una visión tan pequeña y superficial como su hermana. Pero el comentario del cura, afirmando al salir que nunca había conocido a nadie tan religioso, tiene una lectura más profunda, si se trataba de alguien sensible. Y esa es la interpretación que expone Henry Miller en su librito. Se trataría de que Rimbaud se habría reconciliado con su parte luminosa y poética. Esa que quiso repudiar al dejar de escribir y que le hacía exigir en sus poemas lo imposible, la “navidad” sobre la tierra.
Lo excesivo provoca. Lo excesivo está presente en las almas demasiado sensibles, sedientas y exploradoras. Sienten más, tanto el dolor como el gozo, la insatisfacción como los sueños y eso incomoda bastante porque no se entiende desde el lado medio y usual de la vida. Quizás por eso existen algunos que, oyendo campanas sin comprenderlas, quieren “provocar” con su obra intencionadamente. El resultado suele ser patético y artificial pero vende bien entre los esnobistas, los sociólogos que van de “modernos” y los mercaderes del arte a quienes no les interesa el arte. Pero cualquier artista auténtico descubre rápidamente el engaño. En palabras de Almodóvar: “No soporto a los artistas que van de provocadores. El auténtico provocador lo es involuntariamente”.
En fin, Rimbaud es excesivo y sufrió la consecuencia que suele acarrear: la inadaptación y la soledad rodeado de gente. Y tampoco hay que confundirlo con una vida social necesariamente incorrecta y dada a los excesos. Eso puede ocurrir, pero lo excesivo también puede plasmarse en una vida de ermitaño, o en una obsesión y pasión hacia cualquier faceta vital, aunque aparentemente parezca una persona con una vida social anodina. Su manera de sentir le delatará (como ejemplo el oficinista gris que fue Kafka viene muy bien al pelo).
Hay una película de 1995, dirigida por la directora polaca de “Europa, Europa” y “Copyng Beethoven”, Agnieszka Holland: “Total eclipse”, que aquí en España se tituló “Vidas al límite” y protagonizada por un magnífico y jovencísimo Leonardo di Caprio antes de ser famoso. Una película de indudable interés aunque no llegue a ser redonda, con algunas poderosas imágenes desesperadas y una atmósfera de inquietante intensidad que plasma la relación atormentada entre Rimbaud y Verlaine.
En cuanto a su manera de escribir es potente y visionaria, rezumando absoluto y un hechizo ebrio, dionisíaco, que remite portentosamente al origen y al final, a la fuente de todas las preguntas más íntimas, esas que nacen perturbadoras cuando el silencio toca fondo y empieza a oírse todo lo demás que se agita por debajo. Y entonces se necesita un sentido que estalle y lo bañe todo con su luz, sea la que sea, y que el espíritu se estremezca hasta en el detalle más cotidiano. Y uno no puede conformarse.
En fin, la lectura de Rimbaud no es recomendable para almas tibias o resignadas, o dichosamente “normales”. Se quedarán fuera de lo que leen. Y aquellos que confundan la poesía con lo “bonito” (ignorando que son cosas opuestas, una es superficial, la otra honda), se darán un buen susto. Y a los que se quedan con la superficie de la vida les escandalizará ese poderoso ramalazo espiritual, ajeno por igual a religiones y lo materialista.
Ahí van algunas frases de la prosa poética de su “Una temporada en el infierno”, de la que recomiendo la traducción en español de la editorial Hiparión y la edición bilingüe en Ediciones 29 de los años 70: “¡La sangre pagana vuelve!. El Espíritu está próximo (…) Espero a Dios con glotonería (…) Entretanto, soy un maldito, siento horror de la patria. Lo mejor es soñar muy borracho, sobre la arena (…) Sí, tengo los ojos cerrados a vuestra luz. Soy una bestia, un negro (…) Apreciemos sin vértigo la extensión de mi pureza (…) ¿Conozco a la naturaleza todavía? ¿Me conozco a mí mismo?. Basta de palabras (…) ¡Gritos, tambor, danza, danza, danza, danza! (…) Voy a descorrer el velo de todos los misterios (…) Soy maestro en fantasmagorías (…) Tengo sed, tanta sed (…) Vamos hacia el Espíritu. Es muy cierto, es un oráculo lo que yo digo. Comprendo, y no sabiendo expresarme sin palabras paganas, quisiera enmudecer”
Para los más inquietos y los que no se conformen con convenciones les propongo una exploración. Dejando de lado el sentido religioso que tiene en nuestra sociedad occidental lo pagano ¿qué sentido tiene en Rimbaud? No vale la respuesta fácil. :-)