martes, 19 de noviembre de 2013

Conmovedora 'vivir es fácil con los ojos cerrados', impresionante 'La vida de Adele' y la insólita 'Stockholm'


Por Tesa Vigal

A nuestra bolita. Ya sabéis, el escarabajo pelotero empujando lentamente la bola que con tanto esfuerzo ha creado. Se me ha ocurrido que las cuatro películas siguientes tienen ese punto en común. Hablan de algo que nos pasa a todos los seres humanos. Construimos nuestro mundo, elegimos por motivos irracionales y tenemos que comernos los resultados. 

Sólo en una de ellas la construcción es positiva y sin dolor: "Vivir es fácil con los ojos cerrados", de David Trueba. Sin embargo es la menos intensa, con un curioso encanto que casi llega a lo delicioso. Pero se queda en aguas poco profundas, quizás porque a cambio permite soñar con su creativo tema original que, como suele suceder, proviene de la anécdota real de un profesor de inglés de provincias en la España franquista de 1966. A sus niños les enseñaba a través de las canciones de los Beatles y como en los discos no venían las letras, algunas palabras se le quedaban en blanco al no entenderlas cantadas. Al enterarse de que Lennon está en Almería rodando una peli de Richard Lester ('cómo gané la guerra') decide ir a verlo para preguntarle sobre las palabras que faltan y así rellenar los cuadernos de sus alumnos. 



No se plantea si lo logrará o no. Lo indudable, lo 'lógico' es ponerse en camino.

Es una persona conmovedoramente íntegra, abierta a la vida con una entrega inevitable que suele surgir en los que tienen que convivir con situaciones oscuras (maltrato a los alumnos en el colegio de la época donde da clases) y, en lugar de identificarse con esos valores negros, permanecen interiormente libres.

Película de carretera, por tanto, con una chica embarazada y un chaval de pelo largo, como los Beatles, escapados de sus respectivas casas, como compañeros de camino. El título de la película es uno de los versos de Lennon de la canción 'strawberry fields forever', campos de fresas para siempre, compuesta precisamente durante su estancia en Almería.

Ahora, desde primavera, puedo ir más veces al cine gracias al cupón de descuento de la cadena de los cines Renoir (para interesados con poco dinero que estén por Madrid) Al comprar una entrada normal viene un cuponcito que hay que leer y no tirar. En un margen de diez días puedes volver al cine cualquier día, a cualquier sesión, por 5,50 €.

Terminado el aviso para navegantes vuelvo a las otras pelis. De mayor calado, rezumando alma, intensos sentimientos para bien o para mal. En mayor o menor grado las tres impresionan.

"La vida de Adèle", de  Abdellatif Kechiche, es una de las películas en las que más apasionadamente se ha logrado transmitir el deseo (ahora mismo recuerdo pocas con igual intensidad, tal vez en la versión de 'El cartero siempre llama dos veces' de Jack Nickolson y Jessica Lange). Además se trata del deseo que acompaña un primer amor adolescente y encima mal visto por algunos compañeros de instituto por ser homosexual. Esto le da una doble peso a una situación, relación de pareja, que algunas personas sólo conocerán de manera tibia en su vida, independientemente del género de su pareja. 
  
Pues lo impresionante de esta historia de amor es cómo transmite el crecimiento imparable de las emociones, con cada gesto y latido. Hasta los platos de pasta que cocinan los padres de Adèle tienen una presencia apabullante. Yo diría que hasta los espaguetis respiran. 
Una de esas historias de amor que, por suerte y por desgracia, marcan para siempre porque la alegría y el dolor que producen han surgido de una conexión en el fondo del mar. Aunque, como en esta historia, sólo una de las personas de la pareja lo haya sentido así y la otra se haya limitado a planos más llevaderos. Pero esa es la grandeza y lo terrible de lo excesivo: se goza mucho más y se sufre mucho más. 

Premio de Cannes el 2012 y unas interpretaciones memorables para la historia del cine.
Las otras dos películas hablan de otras situaciones, destructivas sin paliativos, en las que la persona que las crea es consciente de su error y aún así persiste en su manera de actuar.

"Stockholm", de Rodrigo Sorogoyen, es una película original por su propia estructura en dos partes. En la primera se narra el encuentro de dos jóvenes una noche, aparentemente divertido y encantador (como el chico), paseando por Madrid conversando (recuerda en parte a la trilogía de 'antes del amanecer, atardecer, anochecer', de Linklater), mientras se conocen también en apariencia.
La segunda parte es el día siguiente, cuando los dos se descubren realmente y aparece el tema de la historia. 



Ella sabía desde el principio que no debía creerle pero decide hacerlo. También persiste en su decisión cuando ya todo se ha derrumbado y no en simples cenizas, sino en brutal rechazo. No puedo contar más por no fastidiar a la gente que aún no la ha visto. Es una de las películas en las que más claramente se cuenta una actitud autodestructiva. Seguir con lo que nos daña es más frecuente de lo deseable. Una actitud sostenida por la tentación del vértigo, o por escupir nuestro dolor inútilmente, o por preferir seguir enfangados y tener terror a la libertad. 

Tristeza seca, sobriedad estremecedora. Esa casa del chico tan blanca, tan limpia... Una pequeña película honesta bailando en el alambre.

Y la última de Woody Allen. "Blue Jasmine". Como dice su título es de las películas de Allen tristes, rotas. Aunque no me resultó impresionante, a pesar de la magnífica interpretación de Cate Blanchett. Quizás porque la historia está contada desde fuera y es ella la que pone el dolor de una vida arrasada. Parece que el propio Allen y el resto de personajes no acaban de sentir empatía por los detalles de la vida de esa mujer. Casada con un tiburón financiero y ladrón, que al ser descubierto y llevado a la cárcel se suicida y nadie lo siente. Ella le ha perdido antes como marido, harta de descubrir sus infidelidades sistemáticas, y también pierde su privilegiada situación económica, quedándose en la ruina, teniendo que recurrir a su hermana, su polo opuesto, para tener un techo donde vivir. 



Quizás porque ella se hizo la tonta ante los delitos de su marido, sin querer saber su trapicheos de altos vuelos. Porque es una esnob a quien le preocupan ante todo las apariencias, las marcas, la moda. Porque se avergonzaba de su hermana pobre, cutre, hortera. Por su manera despectiva, paternalista de tratarla en el pasado. No sólo en una visita que le hace a Nueva York, sino por haber dejado en manos del ladrón de su marido su poco dinero y arruinarla a ella y su marido.

Para mí es alguien antipático, insufrible, insensible, que querría tener lejos de mí. Pero su manera de persistir en mentiras que la hagan parecer glamurosa, cuando ya no tiene dónde caerse muerta y acaba de conocer a un hombre que parece quererla, me resulta patéticamente autodestructiva. La causa de su nueva desgracia reconocida por ella misma. En el coche, recién descubiertas sus mentiras, entre lágrimas de rabia: "es por mi culpa". Y sin embargo, seguirá con su dolorosa actitud altiva, ya sin orgullo que sostener. 

Lo importante aquí, más que en otras historias, es extrapolar, si no lo logramos gran parte de la vida se nos escapa sin comprender. Reconocer actitudes negativas más allá del decorado, de la época, del lugar, del estatus.
A no ser que nos quedemos tan sólo con la apariencia de la vida, como la protagonista de esta historia.