viernes, 9 de septiembre de 2016

El melancólico encanto de Cafe Society (peli olvidable de W. Allen) y la curiosidad de la pequeña Elvis&Nixon de Liza johnson


Por Tesa Vigal

Además de haber vuelto a leer 'El palacio de la luna' de P. Auster (hablaré de él en el blog de libros porque se merece un aparte, sigue siendo un estremecimiento memorable), sigo aquí con dos películas recientes, más o menos interesantes, más o menos deliciosas: 'Cafe society' de Woody Allen y el humilde encanto, descolocador, de 'Elvis&Nixon' de Liza Johnson.

'Cafe society' es una de las pelis de W.Allen que me dejan casi indiferente, lejos de la honda impresión que me transmiten otras, pero aun así mientras la veía seguía encontrándome con ese toque tan personal, que huele a auténtico aunque sea en tono menor. Me admira de él su falta de pretensiones, acogiendo cualquier tema en historias concretas que respiran a ras del suelo, aunque no siempre tienen alas. Aquí se cuenta la historia de un chico que llega al Hollywood de los años 30 (Jesse Eisenberg), para que su tío (Steve Carell), con un puesto importante en un estudio, le dé trabajo. Llega desde el barrio de Brooklyn de N.York, dejando atrás una modesta familia, uno de cuyos miembros tendrá un papel decisivo en su vida, a pesar de ser su hermano el matón con querencias mafiosas bastante peligrosas. 

Su historia amorosa con una chica de Hollywood (Kristen Stewart) tiene la fluidez de lo corriente, sin nada especial, ni siquiera el que exista una tercera persona, y quizás esa visión desde fuera le pone el toque triste de la eterna fragilidad, entre conmovida e indiferente, convirtiendo a sus dos protagonistas en una pareja más de las que viven la melancolía de la equivocación, la mirada remota en una fiesta de nochevieja, la ausencia de la pasión necesaria para empezar desde cero y que sólo alcanza para contemplar la propia vida desde la lejanía, desde la falsedad de lo inevitable, la comodidad de lo conocido. Desde la resignación, aunque eso no lo sabemos con seguridad porque la historia se acaba con esas miradas.

La película 'Elvis&Nixon' despertó mi curiosidad por el episodio extravagante que relata de la vida de Elvis, su visita a Nixon en 1970, y que yo desconocía. Sucedió en la época de aislamiento de Elvis en su casa de Graceland, envuelto en estupor y tristeza barbitúrica, sintiéndose al margen de los nuevos músicos hippies, pero sin poder evitar ser él mismo hasta el final, expresando en ese encuentro su faceta más ingenua, infantil, y hasta lúdica.

Me encanta el episodio por humano, desconcertante, contradictorio, extravagante, descolocador, como el propio Elvis (por cierto, es curioso que el actor de la peli sea menos guapo que Elvis). Creo que es su propia persona, aparte de ser el rey del rock en la historia de la música y el primer chico blanco que bailaba como un negro, lo que le mantuvo a través de las décadas en el corazón y los discos de sucesivas generaciones. 



Como en los japoneses de aire punky, en los años 80, de la película de Jarmusch 'Mystery train', que llegan a Menphis para visitar la casa museo de Graceland y se hospedan en un hotel de mala muerte, cuyos dueños son amantes de la música de Elvis, con fotos suyas en todas las habitaciones, y cuyos recepcionistas son dos negros conmovedores, a modo de "el gordo y el flaco" del cine mudo, enzarzados en conversaciones con toques surrealistas. A ese hotel, acuden también el resto de personajes de la historia y una de ellas, una italiana, recibe en su habitación la visita del fantasma de Elvis, tan perplejo como el Elvis de su última época, preguntando a la italiana: "¿Dónde estoy...?", antes de desvanecerse. 

Escribí sobre esta peli y otras de Jarmusch en el blog de cine y en éste mismo:


El fantasma de Elvis en 'Mystery train' 
La misma extrañeza, y parecido desconcierto, laten en los motivos que llevaron a Elvis a escribir una carta en un avión al presidente, ofreciéndose como agente encubierto independiente (un puesto y una placa inexistentes como le aclaran todos), para luchar contra las drogas que están matando a tantos chavales (y como le sucederá a él mismo 7 años después), y de paso contra los comunistas que según la tele eran muy anti americanos. Esas son las explicaciones que él mismo va dando y que por supuesto desconciertan a unos y despiertan el recelo y la incomprensión de otros de los implicados.

Los propios ayudantes de Nixon tienen que convencer al presidente de lo conveniente de aceptar su visita, con la teoría de que así puede que consiga voto joven, aunque finalmente lograrán convencerlo avisando de la posible visita a las hijas de Nixon que, a su vez, pedirán a su padre una foto dedicada de Elvis. El presidente, como es lógico (él sí) pasa de Elvis y se siente igual de desconcertado por aquella carta con tachones, escrita en un avión y entregada personalmente en la puerta de la casa blanca, a dos guardias que le miran con igual perplejidad.

Además de divertida, la escena del encuentro tiene algo de conmovedor esperpento al ver al roquero Elvis pasar del protocolo, que le han indicado seguir, sentándose en el sofá en lugar de la silla frente a la mesa del despacho del presidente, empezar a picar los dulces de la mesa y pedir un abridor para la botella de refresco, ambas cosas reservadas para Nixon. Pero es más delirante aún el resultado del encuentro, ya que le dan la placa para que se calle, como un juguete a un niño, y a pesar del absurdo, a la salida Elvis les cuenta a los dos amigos que le han acompañado que, para conseguirla, ha tenido que cargarse a los Beatles hablando mal de ellos. 


Sin embargo, Elvis pertenecía a la banda de los corazones solitarios del Sgt. Pepper. Los Beatles le reverenciaban y quisieron conocerle cuando estuvieron de gira en Estados Unidos, en el verano de 1965. Pero no existen fotos del encuentro, porque todos estuvieron de acuerdo en que tendría que ser un encuentro privado, sin periodistas ni fotos. Sólo quedan algunos comentarios de los asistentes, la timidez de los cinco al encontrarse cara a cara, y que acabaron tocando juntos por iniciativa de Elvis, repartiendo guitarras que tenía por allí. 

'Out of the blue'
También era huésped del hotel de los corazones rotos, como en su canción del mismo título, que la adolescente punky de la película de Dennis Hopper 'Out of the blue', escuchaba constantemente. 




Y es que algunos descolocan, como Elvis, sólo con ser ellos mismos. En fin, siempre me gustó Elvis (memorable su música de los 50). Nixon, no.