lunes, 20 de octubre de 2014

Libertad de la inocencia, la oscuridad de la luz: 'La vida ante sí' de Émile Ajar y 'Magical girl' de Carlos Vermut


Por Tesa Vigal

La libertad de la inocencia anida en el sorprendente libro 'La vida por delante' del francés Émile Ajar, otra joya descubierta en la biblioteca de mi barrio. La oscuridad de la luz en la película 'Magical girl' de Carlos Vermut. 

Se han cruzado en mi camino en este otoño cambiado en Madrid (octubre parece septiembre desde hace cuatro o cinco años). Con ganas de bailar una danza invocadora de lluvia, si la conociera, para que a los árboles se les caigan las hojas a su debido tiempo y el cambio climático no seque mi ciudad. 
Émile Ajar

A cambio ha caído en mis manos un libro irrepetible: 'La vie devant soi' de Émile Ajar (en 1970). No sólo por sus entrañables personajes: una vieja prostituta judía, superviviente de campo de concentración nazi. Sus niños acogidos, hijos de puta árabes, judíos, o vete a saber, dejados a su cuidado permanente. Los vecinos negros, uno de ellos el conmovedor y solidario travesti nigeriano, que se gana la vida con su cuerpo en el Bosque de Bolonia, ese enorme parque de París tan literario, tan sórdido, tan sugerente. 

Lo verdaderamente conmovedor, único, de este autor de vida atípica que se suicidó diez años después de escribirlo, es el aliento vital del narrador, uno de los niños recogidos por Madame Rosa. Momo, un niño árabe, que cuenta las peripecias patéticas, solidarias, sensibles, en esa casa sin ascensor en un barrio de negros. Su mirada limpia, antes de que le calen las convenciones y los prejuicios, donde todo fluye con la naturalidad de lo diferente. El terror repentino de Madame Rosa, que la obliga a bajar trabajosamente los seis pisos hasta el sótano, donde se ha montado su pequeño refugio contra el miedo (los nazis o lo que pueda pasar). La sonrisa perenne, que nadie se puede explicar, de un niño negro más pequeño. Los bailes mágicos curativos, que montan unos vecinos en torno a su sillón, cuando Madame Rosa empeora de salud. La oración árabe que aprende Momo por eso de que es árabe y se supone que es lo que pega, como un curioso trámite que no hay que tomarse demasiado en serio.


Lo serio es su cariño por Madame Rosa, su salud rota, el tiempo cada vez más largo que se instala en ella con la mirada perdida y la mente ausente. También es serio el gran enemigo de los papeles, aunque Madame Rosa suele repetir para tranquilizarse, que ella tiene todos sus papeles (falsos) en regla. Y es que es mucho mejor no existir oficialmente, porque las leyes de protección social metería a los niños en un orfanato o similar, y a ella cualquiera sabe dónde. Ya vinieron una vez llamando a su puerta y se la llevaron a un campo nazi. Mejor vivir que existir.

Pureza entre los vecinos drogotas y el viejo ciego que conserva siempre entre sus manos su querido libro de Víctor Hugo, y el médico al que Madame Rosa acude con sus niños, aunque es ella quien más necesita de sus cuidados. Se está muriendo de otra cosa, pero su miedo es tener cáncer y le tranquiliza no tenerlo. Lo relativo de lo objetivo. El peor miedo siempre es íntimo. Lo emocionante del cariño auténtico, más allá del sucedáneo de la simple compañía física. En los años setenta se adaptó al cine por Moshé Mizrahi, interpretado por la gran Simone Signoret (foto abajo). 

La libertad profunda que transmite esta historia, instando con urgencia a prescindir de etiquetas. Momo, el narrador, habla como ser humano a otros seres humanos. Lo contrario de la gente empeñada en convertirse en algo (sea religión, raza, nacionalidades varias...) dejando de ser alguien. La despersonalización base de todo dogmatismo y guerras, o cualquier otro tipo de violencia. La visión y los sentimientos de ese niño son la maravilla de la vida frente a su pavor. 
'La vie devant soi'

La actitud contraria predomina en 'Magical girl' de Carlos Vermut. Es cierto que es una película viva, contada honestamente desde lo más hondo de una mirada. Eso es lo que atrapa en ella. Pero no me conmovió, quizás porque me transmitía hielo, a pesar de las pasiones que arrastran sus personajes. La mirada de la película es la mirada del miedo. El miedo que no quiere indagar en sus causas, antes de tomar conciencia. El miedo que oscurece, impide la compasión aunque se disfrace de ella, como ocurre en el motivo desencadenante de la historia, el supuesto cariño de un padre hacia su hija de doce años que va a morir pronto de leucemia. A mí su actitud no me trasmitía amor, sino lo que él supone que debe ser el amor, darle todo lo que le pida, sin lucidez, sin discernimiento, sin pensar realmente en esa niña, sólo dejándose llevar por el miedo a la muerte que visita su vida con la sombra del vacío próximo, de lo desconocido, de la soledad.


Y esa actitud se concreta en comprarle el vestido carísimo de magical girl, diseñado para niñas ricas por una diseñadora japonesa. Como no tiene dinero para esa compra absurda, (que no hará feliz a su hija aunque él quiere creer que sí), para conseguirlo se hundirá en lo peor de sí mismo y desencadenará en los demás implicados (magníficos Bárbara Lennie y José Sacristán) la espiral destructiva de la historia.

Igual de absurdo el camino que toma la chica (Bárbara Lennie, arriba foto), agrediéndose una y otra vez, con tal de que su frío marido no descubra su infidelidad pasajera (producto además del abandono de ese tipo de quien sería liberador alejarse). Me recordó a la impresionante 'Blue Jasmine' de Woody Allen. Habla también de los peligrosos mecanismos que nos destruyen, por no ser conscientes de ellos. Por no querer enfrentarlos. Sólo que en 'Magical girl' las decisiones que devoran las vidas de sus personajes son aún más terribles.

Isla mínima, laberinto marismas

Es una película que transmite el lado pavoroso de la vida. Se me ocurre que podría usarse como un manual de instrucciones liberador haciendo, justamente, lo contrario que hacen sus personajes. No hay piedad en esta película y eso, para mí, es un defecto de fondo, de base. 

He visto también otra peculiar peli española: 'La isla mínima' de Alberto Rodríguez. Me gustó mucho, aunque para mí está sobrevalorada.  Fascinantes, oníricas marismas vistas desde el aire, con las que aluciné. Tiene algo hipnótico ese reflejo en la naturaleza del laberinto y la atmósfera densa de la historia. Más que un thriller, a mí me pareció una película turbadoramente íntima sobre las vueltas y revueltas del corazón cuando actúa. Para bien o para mal.