sábado, 15 de junio de 2013

Testimonio de mi rincón ('Smoke', librería Alberti, 'Stoker', Delphine de Vegan)


Por Tesa Vigal

A la manera del estanquero de Brooklyn, interpretado por Harvey Keatel, en la película con guión de Paul Auster 'Smoke'. Cada mañana al abrir su tienda sale a la puerta y saca una foto de lo que se ve desde su esquina (foto abajo). Varían las estaciones, el clima, el tráfico, algunos hechos y algunas personas, mientras que otras se repiten en su mismo trayecto cotidiano hasta que un día desaparecen, o faltan y vuelven a aparecer. Tiene ya muchos cuadernos llenos y un día se los enseña a un amigo, que le pregunta por qué lo hace y el estanquero tras pensarlo un momento responde: "supongo que doy testimonio de mi rincón".


Esto sucede instantes antes de reconocer a su mujer en una de las fotos, días antes de morir. En esa esquina, en todas las esquinas, ha pasado de todo aunque no todo el mundo lo ha mirado, pero pueden rastrearse vecinos y desconocidos, finales y principios, revelaciones, pruebas, laberintos, sugerencias, gestos y sombras. Y debajo de cada una de ellas capas y niveles, quizás hasta el infinito, sólo para los ojos que lo miren y vean.

Y, sin embargo, me pregunto si para dar testimonio completo del rincón de cada uno hay que incluir nuestro interior. El interior del testigo. Porque me pregunto a quién narices le importa a qué hora me levanto y por qué. Aunque sí que creo en la ficción (naturalmente no como sinónimo de mentira, uso pedestre que algunos aplican a esa palabra). En contar las cosas invocando mundos vivos, cambiando o imaginando para rescatar, poner de relieve la esencia de una historia, despojándola de datos que la oscurecen y eligiendo otros que la revelan. Eso es lo creativo. Como decía Orson Welles: "el arte es una mentira que sirve para contar la verdad". 

Ahora y aquí, en este blog que leen cuatro gatos a los que no conozco, me limitaré a constatar la mezcla que me ha conmovido últimamente. A lo que he mirado, o lo que me ha salido al paso. Dejo lo creativo-ficción para la novela que se me ha ocurrido y que me persigue como un olor a tierra mojada, a partir de unas viejas fichas sobre una novela que nunca llegué a escribir hace años.

Un butrón en la ¡librería! Rafael Alberti. Los ladrones ¿actuaron por ser descerebrados absolutos o por pura maldad? No se llevaron libros, sino el dinero de la caja (¿¡!?) (fotos abajo)


Imposible ayudar a una amiga (y no se trata de dinero) porque sería peor el remedio que la enfermedad. Pero mi decisión es mía, sólo yo sé mis razones, y hay que aceptar el rechazo, los juicios de los otros, los malentendidos. Parte del trazado de la historia sentimental de la humanidad.
La magnífica capacidad embaucadora y de vender la moto a través de internet y televisión de un falso monje shaolín, propicia que muchos le sigan como su gurú y el triunfo de su negocio-gimnasio, hasta que se descubre que es un psicópata que a matado posiblemente a nueve personas y a una seguro. Si no fuera por el cadáver a nadie se le ocurrió comprobar su identidad ni sus credenciales. Es alucinante como necesitamos creer en lo que sea y en quien sea. Sin darnos cuenta de que así nunca conocemos a las personas que, supuestamente, amamos o admiramos. Y el miedo a la libertad que supone la base de conocernos a nosotros mismos (uhhh qué miedo) y luego aceptar las consecuencias de nuestras decisiones y nuestros valores. Preferimos que alguien nos dicte en qué tenemos que creer y qué debemos hacer.

En Irlanda deciden abolir el senado por innecesario y cómo una forma de ahorrar. Aquí y en otros muchos países la burocracia devora.
Saltan por cualquier parte los fanáticos violentos (casos últimos en Estados Unidos, Londres, París, sin contar las guerras actuales en la Tierra, en las que todos luchan porque son los buenos, faltaría más. Consultar noticias de los últimos meses). Eso es lo que tiene el fanatismo, en nombre de cualquier bandera (Dios, Alá, el vecino, la patria, o cualquier colectivo despersonalizado y convertido en objeto-enemigo a abatir) se machaca, se mata, se muere, el caso es imponer violentamente su verdad.

A un primo mío no le pagan desde diciembre, pero no sigo por ahí porque, como diría Leonard Cohen en una canción: "todo el mundo lo sabe" (crisis económica y demás).

Me topé con mi torpeza acostumbrada para la diplomacia y para hablar con desconocidos y mucho más si se trata, como en este caso, de una editora que me presentó una amiga. Como suele suceder la noche de esa tarde fue de insomnio.

Otras noches de insomnio fueron por los problemas de mi hijo, por mis problemas afectivos de soledad en compañía,  por no saber qué hacer con mi vida ni qué narices pinto aquí.


Recomiendo un libro de una francesa de la editorial anagrama. Me fascinó su ausencia de censura para hablar de temas familiares. Delphine de Vegan: 'Nada se opone a la noche'. Por mi parte cuando necesito hablar de alguien cercano me asalta la duda del derecho de hacerlo. Y sin embargo, también es mi rincón. Y está además el dicho de los indios sioux, que suscribo: "antes de juzgar a alguien tienes que caminar varios días dentro de sus mocasines".

También recomiendo la película 'Stoker', profunda, poética, turbadora historia que narra de cómo se puede llegar a elegir la maldad, la violencia, como la defensa que a corto plazo otorga un espejismo de poder. Otra historia sería contar cómo acaba por revelarse una falsa defensa destructiva, sin poder real. El miedo nunca lleva ni produce otra cosa que miedo (foto abajo).


A cambio hay camareros encantadores, como los del bar de la esquina de mi calle. Me quedo con ellos, con la sonrisa deslumbrante que se cruzó conmigo el otro día, con la maravillosa música que he estado escuchando mientras escribía esto: Leonard Cohen ('I'm your man'). Y The xx (disco del mismo título, creo).
Pues eso.