jueves, 17 de abril de 2014

Por libre: 'Gran hotel Budapest' de Wes Anderson y canción especial de Loquillo


Por Tesa Vigal

Libre pensadores, marcianos, independientes, selenitas, frikis, inclasificables, inadaptados... A los que no acaban de encajar en ninguna parte se les suele lanzar más etiquetas que al resto, precisamente porque pone de los nervios su ausencia de redil, o de cajita. 

En esta entrada sólo voy a hablar de dos de ellos (afortunadamente hay muchos, un beso para todos), aunque mi corazón está con cualquiera que goce y sufra de esa incómoda situación, en la que suelen llover rechazos varios por todas partes.

Uno es el director de cine Wes Anderson porque hace poco he visto una de sus originales películas: "Gran hotel Budapest". Un tipo especial desde el principio, porque estudiar filosofía en la universidad de Texas ya es más que curioso.


Su peli carece de género, tiene cosas de varios y acaba saltándose todos porque lo importante es jugar y explorar. Si entre medias uno acaba provocando es sin querer, porque lo creativo carece de intención si es auténtico, si está vivo. Me viene una frase de Almodóvar que se me quedó en la memoria porque me encanta: "todo auténtico provocador lo es involuntariamente". De eso se trata, de tener tu propio estilo sin buscarlo, aunque por desgracia eso signifique que a veces no encuentres ropa a tu gusto porque la moda no coincide con el tuyo. 

'Gran hotel Budapest' tiene todo el encanto contradictorio, honesto e imaginativo de un juego infantil. La base de lo creativo. En un país incierto y borroso que no tiene por qué ser Hungría, había un gran hotel en la década de los años treinta del siglo pasado dirigido por un tipo excéntrico, ambiguo, bisexual, cariñoso, perfeccionista y algo chiflado; seguramente su gerente. Disfruta con su trabajo hasta ese punto, alcanzado por pocos, en que la vida íntima y el ocio, su placer y sus sueños coinciden con él. Además, como él mismo reconoce, se acuesta con todas sus amigas, entre las que se encuentra una anciana octogenaria que aparece asesinada. Entran en escena los buitres de sus familiares, desaparecidos hasta entonces, olisqueando millones. Aparece un malo (Willem Dafoe) con anillos de calaveras en todos sus dedos y gestos de opereta cuando mata a alguien, o se abre la cazadora para echar un traguito a su petaca. Persecuciones de cine cómico mudo. Repeticiones. Frailes espías en lo alto de una montaña imponente. Nieve esperpéntica. Cárceles en las que puedes encontrarte a un preso calvo y tatuado (Harvey Keatel) con gran talento artístico en sus bocetos de dibujos para la fuga. Un botones adolescente de un indefinido país oriental, que ha recalado como fugitivo y emigrante en el hotel y bajo la protección del estrambótico gerente (Ralph Fiennes). Invasión nazi en trenes de Tintín. Diálogos con un toque de Alicia en el país de las maravillas. 

Todo ello con imágenes que forman parte del contenido. Porque el contenido se desborda también en el estilo, sin poder evitarlo, rezumando exceso, pasión, humor, absurdo, fantasía. Y el corazón de la historia del lado de los inocentes, los perseguidos, los que aman. 


El efecto resultante es un placer que no se sabe de dónde sale, exactamente, ni a qué es debido. A algo raro seguro. Por supuesto 'raro' en el sentido positivo de la palabra. Aquí la reivindico. También recomiendo su anterior peli: 'Moonrise kingdom', (dcha. foto de los chavalines enamorados bailoteando) sobre un chico y una chica de doce años que se escapan juntos del campamento de los boys scouts y sus peripecias y las de la gente que les busca. También nadando alegremente en el ánimo inclasificable típico de sus pelis (por lo que parece, sólo he visto estas dos).
Y como las cosas no suelen venir solas, escucho de pronto en la radio una canción de Loquillo que no conocía: 'memoria de jóvenes airados'. Aquí la incluyo. Su letra me ha llegado al alma porque he pasado un mes digno de 'cumbres borrascosas' (no por el amor, por desgracia, sino por lo atormentado). Algunos de sus versos me emocionaron al rozar mi vieja herida, esa que en malos momentos quiere llamarse destino aunque yo se lo impido como puedo. 





Con esos versos acabo: "nosotros, que no tenemos dónde/... /que amamos como soñamos y soñamos siempre armados". Es lo que tienen las heridas de largo recorrido aunque se lleven bien, por ejemplo, no encajar en ninguna parte, que te defiendes incluso en sueños y lo peor, es el "como".