Por Tesa Vigal
Hace poco he vuelto a verla en el
cine Bellas artes. Y como es una película que me emociona, me resultó doloroso
que a la gente que me acompañaba no le gustara nada. Me sentí rechazada porque
rechazaban ese lado mío, cosa que no hubiera ocurrido si la película no hubiera
sido tan personal para mí.
También traté de explicar que no se trataba de que ellos
o yo la “entendieran” y los demás no. El arte no se tiene que “entender”,
aunque es interesante conocer si es posible la visión del artista. Se trata del
efecto sobre cada espectador, o lector, todos igual de valiosos porque las
diferencias no implican para mí jerarquías, son sólo diferencias. Lo que me
interesa es comprender todo lo que pueda cada diferente visión, aunque no la
comparta y que se entienda la mía por muy distinta que sea. Ya sé que es
difícil, pero sólo el intento ya genera debates interesantes. Lo malo es cuando
domina la incomunicación y se descalifica emocionalmente algo que no
compartimos.

Lo que viene a continuación es,
por lo tanto, mi visión personal sobre la película, lo que a mí me sugiere y
las muchas emociones que me produce.
A mi modo de ver es una película
tan profundamente original (es decir no sólo en su apariencia) que a pesar de
algunas irregularidades o fallos, como por ejemplo su plano final, que pierde
el intenso sentido que tenía toda la escena, como si Zulueta no supiera como
rematarla, es tanta la intensidad y urgencia del tema tratado (¿la naturaleza
de lo creativo…?) que puede con todo lo demás. Y lo perdono y lo rescato porque
esa torpeza infantil me trasmite vulnerabilidad, imaginación, hondo buceo, como
si el mismo Pedro (interpretado de manera única por Will More, un personaje de la Malasaña de la época, de
quien la leyenda cuenta que murió o simplemente desapareció…) y su ludismo
desatado, fuese el autor de esta historia.
Ese remitir constante a una historia
dentro de otra, a un tipo de experiencia dentro de otra, ya es por sí mismo
significativo del efecto y el motor de esta historia tan singular.
Un director de cine, en crisis
personal y creativa, recibe un paquete que contiene una película y una cinta
con la voz de un conocido a quien hace tiempo que no ve. Un chico obsesionado
con el cine, mejor dicho con la creación. La esencia de lo creativo, o como él
lo llama "la pausa".
En el primer encuentro pregunta al
director qué sabe sobre la pausa y ante la expresión interrogativa del otro, y
enseñándole un álbum de cromos, le explica que se refiere al instante eterno en que uno se arrebata,
desaparece... A esos momentos, frecuentes en la infancia, en que mirando un
cromo puede pasar una mañana entera, la eternidad, porque uno está arrebatado.
Pero añade cerrando el álbum: "Bueno, pues nada de recuerditos. Aquí y
ahora".
Este es el origen y la meta de
esta insólita película que fascina bordeando lo hipnótico: la esencia de lo
creativo. Porque cuando se crea se desaparece y el mundo que está siendo
invocado se materializa. Uno se conecta a no sé sabe qué y se convierte en un
mero instrumento.
Me parece que no sólo es una
reflexión, pues sólo con la mente no
se crea, sino pasión y conexión con el inconsciente, personal y/o colectivo.
Pues es de allí de donde surge el arrebato, la inspiración. Creo que el arte no
habla de los datos de la vida (de eso se ocupa el periodismo) sino que bucea en
su esencia. Recuerdo una frase de Henry Miller hablando sobre la poesía, en
concreto respondiendo a la idea limitada que algunos tienen de la poesía como
algo que vuelve más “bonita” la realidad: “La poesía no sólo no desvirtúa la
realidad sino que habla de su esencia”.
Hay un paralelismo con la
posesión, y con el arrebato provocado por las drogas y aquí viene al pelo una
frase de Artaud: "El cine tiene, sobre todo, la virtud de un veneno
directo, una inyección subcutánea de morfina. Por todo esto, el objeto del film
no puede ser inferior a su poder de acción, y debe participar de lo maravilloso".
Y como con las drogas, presentes en la película, en el arte se sustituye una
realidad por otra, sólo que en el arte esa realidad es una verdad mucho más
profunda. Como decía Orson Welles: "El arte es una mentira que sirve para
contar la verdad".
Y hay una cámara rebelde y
devoradora, que se pone en marcha cuando quiere, perfecto paralelismo con la
inspiración. Y esa cámara interactúa también con lo que filma, que aparte de
ser algo vivo (cada vez más fotogramas en rojo en la película que recibe en el
paquete) es algo que adquiere vida propia que empieza a relacionarse con su
creador. Como en "Remando al viento" de Gonzalo Suárez donde la
criatura creada-invocada (Frankenstein) no sólo se relaciona con su creador
dentro de la propia obra (allí una novela) sino fuera de ella, en la vida del
artista. La nueva realidad se materializa primero en el interior del artista y
luego en el exterior. Trance, el otro lado del espejo... Por cierto este director español tiene una
frase que recuerda a la anterior citada de Orson Welles: “Prefiero crear
mentiras de verdad que verdades de mentira”.
La condición, la actitud del
artista me recuerda a la de un místico, un chamán, o un mago. Todos ellos son
profundamente espirituales (que no religiosos, pues la religión institucionalizada
es opuesta a lo espiritual). Y crear no es tener ni pensar en algo, es ser, es
invocar. Y sólo se es desapareciendo, dejándose hacer. Crear es dejar
materializarse al mundo que quiere surgir y ese mágico proceso es lo que lo
convierte en algo excepcional, independientemente de su tema, incluso cuando
éste es en apariencia cotidiano, porque crear es una viaje transdimensional.
Para mí eso es lo que diferencia
al arte de cualquier otra expresión. Se me ocurre otra frase de Truman Capote: “Entre
la gente que escribe, están los escritores y están los artistas”. Muchos
confunden los términos porque no sienten la diferencia y no la sienten porque
hace mucho tiempo que algo les arrebató. Pedro, el personaje poseído detonador
de esta historia, hubiera dicho: “no vuelan”.
La obra artística tiene ese
efecto: arrebata a sus receptores igual que a su creador, pero no en todos
provoca esa reacción, se tiene que conservar esa cualidad infantil y no todos
la mantienen activa, ni todos los momentos son propicios, aunque de forma más o
menos indirecta, todos la añoramos.
Película inolvidable. El arte me
parece cosa de viajeros, no de turistas.
1 comentario:
Arrebato es un peliculón, un placer leer tu opinión(ese enunciado de "El arte me parece cosa de viajeros, no de turistas." es simplemente genial). En general, y aunque apenas he leído un par de entradas, me ha gustado bastante tu blog.
Siempre es grato conocer personas tan lucidas, más aún si tienen tan buen gusto ;) .
Saludos
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