Por Tesa Vigal
Esta película atípica está basada en un relato del atípico Camus: 'El huésped', con toda la carga humana de su visión libre, especialmente incómoda en épocas de marcadas confrontaciones, ya sean políticas o religiosas (en este caso la guerra de Argelia). Un profesor (Viggo Mortensen) da clases a niños argelinos en una escuela perdida, rodeada de montañas, lejos de todo. Allí recibe el encargo de conducir a un árabe, que ha matado a un hombre, hasta una ciudad cercana, aunque también lejana. Él se siente ajeno a esa orden, a ese cometido, pero acabará aceptando por motivos personales, para ayudar a ese hombre al que persiguen sus primos para matarlo, cuando él mismo le pide que le lleve a esa ciudad. También se entera de que van a cerrar su escuela, porque no hay en ella niños franceses, y la guerra impone separar a la humanidad en amigos y enemigos. Una de las peores consecuencias de cualquier guerra, aunque en épocas de paz también funcione esa tendencia bajo la forma de prejuicios.
Y, sin embargo, esta película no es una película bélica, ni tampoco un western, sino la dimensión poética que supone todo recorrido íntimo. Cuanto más profundo es el camino más se tropieza con la integridad, el espejo que no admite máscaras, descubriendo que el único compromiso posible es con uno mismo. No existe objetividad en las guerras, tan sólo en apariencia, puesto que quienes las actúan y sienten son seres humanos y la misma circunstancia es vivida de manera distinta por cada persona.
En esta fascinante película viajera se refleja esa condición, de no encajar en parte alguna, de manera tan sobria que me recordó el recorrido mágico de 'Jauja' (otra curiosa película protagonizada por Viggo Mortesen). A su atmósfera poderosa se añade la música de Nick Cave con todo el misterio de la sombra, el polvo, las ruinas abandonadas, el cielo abalanzándose sobre las colinas rocosas, lo fácil que puede ser matar y lo difícil que es vivir de verdad.
Historia sobre el instante, el camino, la respiración... Como la que acompaña a la impresionante mirada de Viggo Mortensen al abrazar tímidamente a una mujer. Historia sobre los límites personales y lo infinito de un recorrido a través de los áridos paisajes argelinos. Esos recorridos que no sólo son externos. Nunca lo son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario