Contarlas, escucharlas, leerlas, verlas. Metiéndonos en ellas. Sólo entonces cobran vida y, en su interior, vivimos (justo lo contrario del picoteo ansioso con el que suele usarse internet). Los seres humanos nos sumergimos en historias cada noche, al soñar. Lo recuerdes o no, es algo necesario para no volverse loco. Y tanto los sueños como la ficción tienen el efecto de ayudar a vivir, comprendernos y comprender al mundo. Identificándonos o viéndonos desde una perspectiva diferente. Explorando caminos oscuros que conducen a la destrucción, o señalan la puerta de salida. Descubriendo lo infinito de lugares y tipos de personas, relativizando el nuestro, o apuntando a una actitud a evitar, o a seguir. No con intención didáctica, sino investigadora. Y cuánto más duras sean las circunstancias más necesario es.
La foto de fondo es el puente Viaducto de Madrid |
-Pues el caso es que había visto algunos trozos de esta peli, pero verla entera ha sido flipante.
-Bueno, claro, a trocitos no puedes meterte en la atmósfera.
-Va a ser eso. Sólo te quedas con una imagen curiosa, o algo así.
-Menos da una piedra.
-Ya, pero no es lo mismo.
Sonreímos con esa complicidad que, a veces, nos sorprende en una esquina envuelta en confortable sonrisa. Y brindamos por la vida, siempre más grande que sus apariencias.
Sumergirse supone paladear. Una gozoso buceo lleno de matices, que se multiplican en multitud de sensaciones, fogonazos reveladores, sentimientos, caricias de lo desconocido. Y cuando vuelves a la playa, tras acabarse el libro o la peli, lo vivido te ha empapado y encuentras en tu mano mapas de impresiones inolvidables, aunque olvides la trama con el paso del tiempo.
Por eso no es recomendable leer o ver cine por obligación, a no ser que elijas soportar en lugar de vivir. Ni ojear, a no ser para saber si ese libro o esa película te llama. Porque todo tiene su momento. Tampoco es garantía el prestigio de autores (salvo para hablar de calidad en estudios o críticas). Receptor y emisor tienen que conectar y nunca se sabe el qué, cuándo, ni dónde.
La imagen de fondo es Avalon de María Calia Salgado |
Claro que, en el tema de las creencias, me parece temible y delirante la actitud extendida de creerse como un dogma cualquier cosa que aparezca en las redes sociales y desechar todo lo demás. De ahí el florecimiento exuberante de noticias falsas y su difusión galopante. Cuanto más sensacionalista más se comparte, sin ningún tipo de comprobación que exigiría una investigación, más o menos larga. Pero parece que, para algunos, investigar y pensar no es una gozada sino un esfuerzo. Por si acaso a alguien le interesa descubrí una página de periodistas con vocación, en una entrevista en la radio, que se dedican a investigar y rastrear las noticias de cualquier formato en las redes sociales. Se llama maldita.es y en la entrevista contaron como ejemplo un vídeo, durante el tiempo del confinamiento, en el que aparecían cadáveres en las calles, afirmando unas veces que era Madrid, otras que era Nueva York. Usando el zoom descubrieron un rótulo al fondo, en un edifico, donde se leía el nombre de un hospital. Rastrearon ese nombre y así descubrieron que se trataba de un hospital de Guayaquil, Ecuador. Lo comenté con mi hijo y me dijo que a la gente no le apetecía esforzarse en nada y pasaban del asunto. Vale, pero entonces su actitud de decir amén a todo lo que esté de acuerdo con sus dogmas-creencias me deja temblando. En fin...
La imagen de fondo es Mar extraño de Marsille |
En la inquietante peli Shutter Island, de Scorsese, se habla del miedo de mirarse a uno mismo y enfrentar lo pendiente.
En el estremecedor libro de Emily Brönte Cumbres borrascosas te metes en la oscuridad turbadora en la que puede llegar a nadar el amor.
Orlando, de Virginia Woolf, habla de la identidad personal que está más allá de tiempo, lugar y género sexual. https://librosconaliento.blogspot.com/search?q=Orlando
El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, vamos descubriendo todos los lados desconocidos de personas, relaciones y circunstancias, ignorados por unos o malinterpretados por otros.
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Murakami, es un viaje interior en busca de lo pendiente, fundiendo de manera fascinante lo cotidiano con lo imaginario.
El palacio de la luna, de Paul Auster, cuenta el recorrido del estudiante protagonista a partir del momento en que decide irse a vivir al Central Park, a modo de una partida de ajedrez con el mundo.
La película Azul, de Kieslowski, habla de partir de cero, de la libertad, que es interior o sólo una suposición.
Remando al viento, de Gonzalo Suárez, es una peli sobre el alcance que, a veces, puede llegar a tener lo creativo en las vidas personales implicadas. Sobre cómo nació Frankenstein.
En la película Rumble fish, de Coppola, se habla de cierta gente que no encaja y se siente extranjero en cualquier parte.
La campana de cristal, de Sivia Plath, es la turbadora incomunicación de una chica contada de manera cotidiana, aparentemente irónica y, sin embargo, terrible. Como ciertas canciones de Lou Reed.
El libro de Borges El libro de arena, es único por su fusión infinita de pensamiento convertido en magia, lo imaginario del pensamiento, lo absurdo de lo racional, la lógica de lo fantástico.
El poemario de Lorca Poeta en Nueva york puede llegar a azotar como el calor del hielo, el temblor del límite inesperado, nadando en las aguas profundas de lo poético, cuando no quedan pensamientos que simplifiquen la vida.
En la peli Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis, se condensa en días físicos esos círculos en los que se puede uno quedar atrapado, sin poder salir de ellos hasta que cambiamos lo necesario. Comedia más allá del género, una de esas pelis que no se parecen a ninguna.
En el libro El gran Gatsby, de Fitzgerald, te envuelve una desesperada sed de luz, inevitable para su protagonista (yo diría que también para su autor) a pesar de todo, sin poder evitar su forma de vivir que, por eso, adquiere la forma de destino.
Solo ante el peligro, de título original High Noon, de Fred Zinnemann, es una peli sobre lo inevitable de seguir tu camino, sin poder evitarlo (no siempre pasa), a pesar de que nadie te apoye, incluso de que te rechacen, o de las circunstancias contrarias.
Y ya vale. Me estoy mareando. El que quiera que explore.