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viernes, 6 de octubre de 2017

15 minutos de ocurrencias sobre poetas y rock con sabor a insomnio y olor a café

Por Tesa Vigal


Rimbaud dibujado por Verlaine
Asocio poesía, maneras de vivir, rock, hippies, debe ser culpa de una noche de insomnio. En cualquier caso, espero que surjan muchos hippies en los lugares del planeta donde más se necesiten. Y con la taza de café a mi lado, me pongo a escribir con un lápiz en un cuaderno casi acabado. No deja de ser curioso, pero no sorprendente, que en estos momentos los recuerde.   

Cuando aún se bailaba en torno al fuego, los poetas eran sagrados por ser mensajeros de los dioses. Sus obras eran oráculos por surgir de la dimensión de los sueños, de la casa de los dioses donde, más allá de las apariencias, conviven el bien y el mal, la razón y la locura, el sol con la luna.

La exploración profunda de la esencia del mundo, en busca de respuestas, aunque se sepa que la respuesta es la propia búsqueda. El poeta, como el chamán (a menudo iban unidos) eran instrumentos del misterio, constructores de la escalera que comunica la tierra con el cielo. Eran, por ello, los humanos más útiles, respetados y temidos.


En cierto sentido, en el fondo de sus vasos comunicantes, la poesía empapaba el movimiento contracultural de los 60, al trascender las bases de la sociedad de los últimos siglos (dinero, poder, violencia, banderas, tecnología, apariencias), cuando se enterraban coches buscando valores más humanos, profundos, amorosos, chamánicos, libres, misteriosos. No deja de sorprenderme que los movimientos actuales jóvenes, al menos que yo sepa, piden reivindicaciones sociales, laborales, fundamentalmente, dinero, como si todo lo demás les pareciera bien. Sin embargo, en la contracultura lo que se exploraba, sin pedírselo a nadie sino viviéndolo, era otra forma de vivir.

Portada 'la cara oculta de la luna', junto a Lou Reed y
debajo Jim Morrison
Las citas siguientes las he añadido un día después, rastreando un viejo archivo.
De Barry Melton, músico poco conocido que estuvo en el festival de Woodstock: “Creo que esto es una revolución tribal, una revuelta juvenil contra los “media”, el gobierno y la máquina”.  

De Jimmy Hendrix: “Quiero hacer una música tan perfecta, que se filtre a través del cuerpo y sea capaz de curar cualquier enfermedad”.

De “Woodstock”, de Joni Mitchell: “Somos polvo de estrellas, / somos oro / y tenemos que lograr / regresar al jardín”

De ‘Magic and loss’ de Lou Reed: “tienes que atravesar el fuego hasta la luz / cuando pasas por el fuego agitas la mano derecha / hay cosas que tienes que tirar / ese terror caustico en tu cabeza / no te ayudará nunca a salir / tienes que ser muy fuerte / porque empezarás de cero / una y otra vez / y cuando se disipe el humo… / justo en ese momento / ese fuego maravillo empieza otra vez”.

De ‘La cara oculta de la luna’ de Pink Floid: “Y tú corres y corres para alcanzar el sol / pero él se está poniendo / Y girando velozmente para de nuevo / elevarse detrás de ti / …nunca pareces encontrar tiempo / … el tiempo se ha acabado / la canción se ha terminado / pensaba que diría algo más”.
Y montones de versos de Dylan, del que escribí una entrada sobre su turbadora experiencia:
La poesía (con la música siempre unida a ella) y la magia funden contrarios. Superan y trastocan las supuestas parejas de opuestos que forman la idea que tenemos de lo cotidiano. En la antigüedad este espíritu rompedor, trasgresor del mundo, tenía un nombre de dios: Dionisos. El dios salvaje que, a su vez, era una cara de la gran diosa lunar. El éxtasis dionisíaco, como en el sexo, una de sus contadas manifestaciones aún no olvidada, trasciende la dimensión humana asumiendo lo salvaje (en el sentido de pureza, no el uso actual de violencia), y de ahí llega la disolución de las fronteras entre animales-dioses-humanos, que se hacen un solo sentir. Y ese sentir es la característica esencial de cualquier edad de oro.

Dibujo Sioux
Pero esa visión del mundo, esa forma de sentirlo fue perdiéndose con el tiempo, según los humanos iban desequilibrándose, más y más escorados unilateralmente hacia lo racional, en un desarrollo distorsionante con vocación tirana, que convierte a los humanos en enanos emocionales con enorme “cabezón”.

La poesía corrió paralela a esa deformación, y hoy abundan los que la leen “entendiéndola o no”, relegándola a un plano exclusivo de ideas. Salvo contados poetas desperdigados a través del tiempo, se han olvidado de la fuente mágica. Así estaban las cosas, cuando ese vacío se llenó con el rock. No hay más que recordar la frase emblemática (que seguramente no dijo nadie en concreto) de “sexo, drogas y rock and roll”, para ver en ella un resumen esquemático y conmovedor de los primitivos elementos dionisíacos, aunque en la actualidad políticamente correcta también está muy mal vista.

El sexo es evidente. Las drogas, alteran la conciencia, rompen sus límites, el dominio de lo racional y en los ritos de cualquier región del planeta se han usado siempre para eso, no como un fin sino como un medio. Y en cuanto a la música, el rock encierra el rito colectivo, el ludismo, la pasión, el baile libre, el arrebato, el misterio que envuelve a todo ello.

Dylan
Hablo, claro, del corazón del rock, no de todos los músicos que dicen tocarlo, de la misma manera que no es un poeta todo aquel que escribe versos. Pienso ahora en algunos de los grandes, figuras irrepetibles por su enorme huella, incluso aunque estén medio olvidados… Algunos de ellos, incluso vivieron el lado chamánico de la poesía y así encaraban sus conciertos, aunque finalmente les desbordara su propia visión, quedando de ellos la tópica imagen periodística de alguien pasado, drogota, socialmente escandaloso.

Escribo y leo desde siempre, y a veces tengo la impresión de que lo más poético que me ha ocurrido nunca fue descubrir el rock, a los doce años, y descubrir el mar y al poeta Rimbaud. Harta de que se considere a la poesía una actividad “bonita” o reivindicativa socialmente (eso sería sólo una de sus facetas), y al rock una juerga intrascendente de gente ruidosa, necesité preparar recitales que hicieran justicia a ambas cosas.

Y aquí, al releer estas notas para incluir citas de músicos, busqué también a quien no puede faltar, Dylan. Estas frases pertenecen a su poema, o lo que sea, titulado “Mi vida en un momento robado”: “pero ¿y esas caras que no volvemos a encontrar? / y las curvas y las esquinas y los atajos / que se perdieron de vista y se quedaron atrás. / Y los discos que sólo oíste una vez, y el aullido del coyote y el ladrido del perro dogo, / y el maullido del gato y el mugido de la vaca, / y el lamento del pitido del tren? / Abre los ojos y los oídos y quedarás influido / y no hay nada que puedas hacer. / Hibbing es una buena ciudad. / Huí de ella a los 10, 12, 13, 15, 15 ½, 17 y 18 años, / fui cogido y devuelto allí todas las veces menos una.”  

Trabajé en ello en los 90, con músicos con los que tratamos de encontrar el reflejo musical de la esencia de un poema. Es decir, nada que ver con poner música a una letra, sino acompañar fragmentos de Rimbaud con percusión africana. Por ejemplo.
Ahora, vuelvo a trabajar fusionando música y poemas de poetas memorables, o fragmentos de narrativa, para subirlos a los blogs, o para emitirlos en un programa de radio, o para recitarlos en librerías, bares, o centros culturales. Se admiten colaboraciones, sugerencias y apoyos.

De Jim Morrison: “… Veo que tu pelo arde / una cobra a mi izquierda / un leopardo a mi derecha”.
De Rimbaud: “Comprendo y si no puedo expresarme con palabras paganas, prefiero enmudecer”.

En fin, como diría Lennon en el tema ‘Revolution’: “me hablas de revolución y yo te digo antes tienes que cambiar tu mente”.

Escrito sobrevolando muchos hilos que piden respuestas, contradicciones, comentarios, sugerencias. Desenrollando, buceando, tal vez soñando…

      

sábado, 23 de julio de 2016

Pistas de Marlowe, huellas de Patti Smith, silencios de Mickey Rourke


Por Tesa Vigal

El detective Marlowe, el más melancólico, el protagonista de los libros de Chandler, investiga al saxofonista que suele tocar por las noches, en verano, a la puerta del cine Renoir, un jazz tan melancólico como él, quizás eso es lo que le intriga. Otro motivo podría ser que el músico y su saxo se han colado en la peli 'el sueño eterno', quizás a través de la frontera entre las sensaciones solitarias del chico de la moto (Mickey Rourke) en 'la ley de la calle' (foto abajo) y la voz de Patti Smith recitando a Rimbaud. 




En cualquier caso, todo ello forma parte de lo que alimenta aunque no se coma, por lo cual es tan necesario como el aire, aunque varía según gustos personales (tan misteriosos como todo lo demás), que también pueden investigarse pero es absurdo juzgar. Conviene recordar lo que decía Henry Miller sobre la poesía ( y que suscribo, aunque no recuerdo literalmente la frase): "no se trata de erudición sino de sensibilidad". Por cierto, lo decía en un librito único, a partir de la figura de Rimbaud, y que puede que deje perplejos a lectores de sus trópicos, de Cáncer y de Capricornio, si no se han fijado en su fondo dionisíaco y sólo en sus peripecias por París: 'El tiempo de los asesinos', en alianza editorial, pequeño de tamaño y desbordante en su alma apasionada. 

Escribí sobre él en el blog complementario de libros con aliento http://librosconaliento.blogspot.com.es/2014/12/la-poesia-en-estos-tiempos-el-tiempo-de.html  


Viendo la última peli de Linklater 'todos queremos algo' sentí que me sabía a poco, pero claro para mí son memorables sus anteriores: 'Boyhood' y su trilogía de 'antes del atardecer...' etc. Eso sí tiene su misma fluidez atrapadora en la manera de contar, pero el encanto se queda corto, a pesar del personaje típico de la contracultura de esos años (1980), volcado en sus experiencias perceptivas (con petas y sin ellos) (foto dcha.) y su afán de realización personal al margen de lo práctico, o lo usual, que está personificado en los demás personajes, interesados sobre todo en sus hormonas estudiantiles (con alcohol o sin él). 


Pero el protagonista me resultaba algo insípido, quizás porque tenía un aire a Matt Dillon en 'Rumble fish' ('la ley de la calle' foto izda.), aunque el parecido se limitaba a lo físico. El magnetismo de Matt Dillon es sólo de Matt Dillon, y no digamos el de su hermano en la peli Mickey Rourke. 





Escribí sobre ella en el blog complementario película secreta
http://peliculasecreta.blogspot.com.es/2014/09/rumble-fish-la-ley-de-la-calle-de.html 

El otro día me dio pena que la gente que me acompañaba no disfrutaran, tanto como yo, con una peli en el cine Bellas artes: 'El sueño eterno', de H. Hawks. Sólo uno comentó conmigo alguna de sus frases irrepetibles:
"-No es usted muy alto... / Hice lo que pude".
"-No me gustan sus modales / A mí tampoco, por la noche no me dejan dormir". 
"-Es usted muy mono (atractivo) / Nadie lo es". 


Ante mi sorpresa, lo que discutían era quién mató a quién, como si el cine negro fuese una historia de la tía Agatha (Christie). Recordé la anécdota que había leído una vez sobre el rodaje. Cuando el director, hecho un lío con la trama, decide preguntar al autor de la novela, tan atmosférica como la peli, y Chandler le da una respuesta de lo más significativa: "Y yo qué sé quién mató a quién, eso no es lo importante".

Me miraron con cierto recelo y me callé, sintiéndome asquerosamente rara por la incomunicación, y triste porque ellos no hubieran disfrutado con la atmósfera de la peli, sus diálogos, su humo, sus miradas (sobre todo la de Lauren Bacall), la lúcida melancolía del detective Marlowe-Bogart... La soledad en compañía me supo árida, me olió a rechazo, a absurdo, a cuneta polvorienta. Aún sabiendo que lo mejor era pasar del asunto, tomarlo con humor, pero en momentos frágiles pasa lo que pasa y acabé la tarde arrastrándome como un caracolito. En fin, para olvidarme bailé un rato al llegar a casa, con música de la Creedence. Y recordé a Patti Smith recitando a Rimbaud: